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El país entró en una de sus noches más oscuras. Una sombra alada, la de un ave andina y emblemática, cuya proyección sobrepasó fronteras, usada como clave y título de la represión. Nuestra patria transformada en una gran cueva de las manos, pero con manos mutiladas, reemplazadas por huellas de pisadas. Pies caminando, fatigando plazas, calles. Cargadas de dolor, con pañuelos blancos pariendo, pariendo una y mil veces a sus hijos, a sus nietos, a sus desaparecidos. Los de los sueños truncados, la juventud cercenada. Renaciendo en cada acto de justicia, en cada memoria, en cada recuerdo.
Ellas sobreviviendo a todo lo imaginable. Más dolor imposible. Más determinación imposible.Desnudando la mentira. Iluminando la verdad.
Memoria, verdad y justicia, la conquista.
Memoria, verdad y justicia su afirmación.
Memoria, verdad y justicia para siempre.
Chau y hasta la próxima.
Nota: aunque esta entrada está dedicada a todas las víctimas y a los grandes luchadores, recuerdo en particular a Pablo, el hijo de un viejo amigo, que hoy tendría la edad de mis hijos, desaparecido, según se presume, en un vuelo de la muerte.
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