693 Chan-chan.

"Como corresponde, sollozó el bandoneón"

Alguna vez María Félix calificó al tango como un coito.

En la pista penumbrosa las parejas caminaban esa música con toda la sabiduría, la pasión concentrada que imprime el suburbio. La simple orquesta continuaba con sus acordes acompañando a una voz  que decía lo suyo. Letras llenas de amor, traiciones. Dramas de tres minutos. Los fuelles, mandoleones como diría Felisberto Hernández se movían en sabias aperturas y cierres dando origen a puras notas canyengues. La pareja, diferenciada de las otras no se había formado por un simple cabezazo, un signo de invitación y aceptación. Era la encarnación, la esencia, el espíritu del tango. Abrazados, mirándose a los ojos casi sin distancia, la mano de él indicándole en su cintura los movimientos a seguir. Ella , con docilidad de musa obedeciendo a la perfección. Parecían estar en otra dimensión.

Sonó el consabido Chan-chan. Los bailarines abandonaron la pista menos ellos que continuaron abrazados consumando una pasión despertada por la música. Se apagaron las luces, la gente se fue. Pero allí, en el medio de la pista quedó la sombra plena del hombre y la mujer; de Adán y Eva; del macho y la hembra.

Chau y hasta la próxima.