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"Dios me puso en tu pagina como un tábano sobre un noble caballo para picarlo y tenerlo despierto" (algo de Sócrates).

viernes, 8 de junio de 2007

La importancia de los objetos inanimados: "El sobre de un disco de pasta"


Aclaración: Para quienes no son muy jovenes deben haberlos conocido. Para los más jovenes no. Los discos antes eran de pasta, luego aparecieron los de vinilo, giraban a más revoluciones , creo 78, se rompían y rayaban mas o menos fácilmente, y se los vendía dentro de un sobre de papel, en general tipo papel madera que tenían impresas las marca Victor, Columbia, Odeon, etc. En el Centro de los sobres había un agujero del tamaño de la etiqueta del disco, para poder leerla y así saber su contenido. Grabada las dos caras tenían una pieza por cada lado.
Comienzo. Yo era un niño frágil, me desarrollaba con enormes dificultades. Coleccionaba enfermedades infatiles como quien junta figuritas. Las iba teniendo todas. Para ese tiempo, orillaría los 5 años y mi amado abuelo me llevaba a caminar por el Barrio, pegado al Bajo Belgrano, aunque separado por la calle Blandengues. Nosotros en Montañeses, a una cuadra del límite. Para ese tiempo estaban asfaltando Blandengues, hoy Av. Libertador, quitando adoquines,vías de tranvia, que a partir de esa obra solo llegaria hasta la intersección con Monroe. Ese era le tranvía que originó la famosa frase "me quede en Pampa y la vía". Ese asfalto llegaría hasta Vicente Lopez. La General Paz no existía.La vi construir años después. La atracción de ese paseo era ver trabajar a la aplanadora a vapor. Verdadera locomotora urbana, avanzaba y retrocedía con sus anchas ruedas traseras y su rodillo delantero, aplastando y alisándolo todo. Eran muy populares y muchos chicos tenían una versión de juguete que funcionaba a cuerda. Era un mediodía cuando regresamos a casa y yo estaba muy mal. Me aparecieron unas manchas en la piel y nuestro médico de familia diagnosticó escarlatina complicada con difteria. Mi vida corría serio peligro y se monto un operativo de total aislamiento, en especial con mis dos hermanos, una chica y un chico mayores que yo. Mi madre, una italiana gorda, con enorme instinto y amor maternal, asumió, guardapolvo incluido, todos los papeles. Alimentarme, higienizarme, cuidarme. Lo hacia con la dedicación y solicitud propias de ella. Yo confinado en esa habitación pasaba las horas entre inconciente y aburrido. En una de las tantas curaciones consistentes en limpiar mi garganta diftérica con un hisopo embebido en no se que líquido, y ante mi débil resistencia, arrancó placas sanguinolentas, que mi madre asustada guardó para que las viera el médico. Este le confirmó que había hecho lo correcto y mis perspectivas mejorarían sensiblemente. Piénsese no existían los antibióticos. Que no me internarían en un hospital, guardando, eso si como hasta ese momento, todas y rigurosamente las medidas de bioseguridad. Se me bañaba diariamente en uno de esos fuentones redondos de zinc que las lavanderas utilizaban para llevar la ropa recién lavada y tratada con azul al tendedero.
En un fuentón así con agua tibia y hojas de eucaliptus me sumergían y bañaban. Comencé a animarme y a jugar con bolitas y otros chiches en mi bandeja azul donde me servían sopas de cabello de angel, no sé que papillas , té con bizcochos Canale y agua Villavicencio. Toda la comida sin sal ya que la escarlatina dejaba secuelas renales. Un día me anunciaron que podía levantarme, y así iba pasando una interminable cuarentena. Yo ansiaba volver a ver a mi hermano, que como la mayoría de los casos nos unía todo, aunque eran inevitables peleas, rivalidades, celos. Vestido con mi camisón de bombaci (tela parecida a la franela) encaminé mis pasos hacia una puerta vidriada que daba a un patio de baldosas blancas y negras, que luego mi padre hiciera transformar en un hermoso living con vista a un precioso jardín. Con mis piernitas esqueléticas que apenas me sostenían llegué a esa puerta. Aún nos estaba vedado el contacto. Pegué mi cara al vidrio y mi hermano, a quien hacía una eternidad no veía, puso el sobre vacío de un disco de pasta, me miró por elgujero. Su carita recortada, o enmarcada, es para mi algo inolvidable.Tal mi ansiedad por volver a verlo. Quizá, lo mas probable, el no se acuerde del hecho. Y al evocarlo me emociono ,como me sucede de distinta manera, cada vez que lo veo. Aunque no se lo demuestre. Aunque el no se dé cuenta. De esto que te conté han pasado como 75 años.
Chau y hasta la próxima.

3 comentarios:

Marcela dijo...

gracias tío por dejarnos compartir tan lindo recuerdo!!!!me gustó mucho y se lo mostré a mis hijos por que es una historia muy linda.
chacha

sandra dijo...

Quería decirte cuánto me emocionó la historia, sobre todo cuando el de la foto del sobre de disco de pasta es mi papá.
Gracias por compartirlo
Sandra

Gaby Avedikian dijo...

Juan Carlos, se lo leí a las "chicas" (léase a mi mamá y mi tía), y quedaron recordando Av. Blandengues, Av. Tres Cruces (ahora Beiró), y las historias de éste barrio, Villa Luro. Hace mucha falta un libro de historias cotidianas....Así que a seguir!!!!
Gaby Avedikian