Aparece los miércoles y los sábados

"Dios me puso en tu pagina como un tábano sobre un noble caballo para picarlo y tenerlo despierto" (algo de Sócrates).

sábado, 20 de octubre de 2007

El hombre del ropero

Permaneció oculto un par de años encerrado en él. Decir dos años dentro de un ropero es una monstruosidad de vida, de tortura. Inimaginable. Ser inexacto y calcular dos años como tiempo aproximado es peor. Porque cada día, cada hora, cada minuto, cada segundo de más es una lacerante tortura, o un alivio si la cuenta es menor. Lo cierto es que allí permaneció más o menos todo ese tiempo oculto. Igual que en un sepulcro, pero vertical. Escapando de una suerte que ya estaba echada de antemano. Porque indefectiblemente, inexorablemente, aunque el lo ignorara, truncando ilusiones y esperanzas, igual caería en manos de los nazis que en su impiadosa cacería humana rastreaban rincones, resquicios, indicios en su despiadado afán de exterminio.

Y él, antes de ese período ya había sido portador obligado en el ghetto de la estrella de David, y por más que sufriera esa obligación discriminadora, la llevaba con orgullo interior. La suerte le ofreció cobijo y lo aceptó. Sus amigos lo ocultaron allí, en el ropero. Ni amplio ni estrecho. Suficiente para pasar el tiempo más que moroso, sin saber como transcurriría. Aunque se acostumbrara y por indicios solamente como la anárquica llegada de algún alimento, el retiro del cubo con heces, o algún movimiento determinado o elemental para limitadísima higiene. Podía medir mínima y elementalmente el transcurrir de ese ,su miserable tiempo. El reto era la nada, el todo.

Igual lo atraparon , lo llevaron a un campo de concentración, lo tatuaron, vejaron, torturaron, pero no lo quebraron. Dos años dentro de un ropero, el afán de sobrevivir le armaron su coraza. Un ropero, su coraza exterior. La experiencia, el largo tiempo para pensar, su determinación, su coraza interior. La llegada de las tropas aliadas lo salvó.Volvió al mundo de los vivos. Emigró a sudamérica, a Argentina, donde la colectividad es fuerte, numerosa ,integrada. Se sintió libre, dispuesto a volver a vivir. A construir otros sueños nuevos, diferentes de aquellos que acuñó en su perdida juventud. No pudo. Estaba quebrado a pesar de su resistencia. Su desequilibrio mental y emocional le habían ganado la partida, aunque él no tenía conciencia de ello. Alquiló una casa en un barrio de Buenos Aires. Se mudó lleno de esperanzas, de iluliones, de proyectos. Entró en ella y el primer día trató de ambientarse, y luego, satisfecho se dirigió a un ropero colocado en su habitación. Lo abrió lentamente. Lo examinó en detalle una vez más, como para verificar todo lo que había previsto y exigido en la compra. Porque su memoria, su inconciente le dictaban como debía ser, cuales los detalles. La repetición, casi un calco no deseado del anterior.

Satisfecho, convencido a pesar suyo, se metió en él y cerró la puerta.

Chau y hasta la próxima.


1 comentario:

nor (que es nob) dijo...

Querido Juan Carlos
Creo que es uno de los mejores cuentos breves que he leído. Me mantuvo atento hasta un final conmovedor.
Mi agradecimiento por el momento que me has hecho pasar...
Un gran abrazo de tu amigo
norberto