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"Dios me puso en tu pagina como un tábano sobre un noble caballo para picarlo y tenerlo despierto" (algo de Sócrates).

sábado, 6 de octubre de 2007

La última vez que vi llover en Buenos Aires


Casi inperceptible el ruido de la lluvia al caer. Dirás que ella es la misma agua en cualquier parte, pero no. En mi casa, de la que partí hace tanto tiempo golpeaba sobre los objetos, techos, ventanas, estructuras externas y algún patio interior. Y todos esos sonidos y ruidos componían el concierto de las gotas en melodía especial. Como partitura en pentagrama de cemento, cristal, chapa, desagües de cinc, plantas. Agua que discurre en tantos vericuetos. Ese concierto, segura sonaría diferente en otra casa, en otro barrio, en otra ciudad, en otro país. Vaya si lo he comprobado. Aunque el tronar nos resulte común, los relámpagos casi los mismos, pero todo el conjunto totalmente dispar. Porque al ambiente, por lo que recuerdo de mi ciudad habría que agregarle, por formar parte de él, según la hora, el día, algún avión, el tren, el tránsito. Autos, colectivos, las voces, el caminar de la gente. Un tren al rodar no suena igual en un lado que en otro. Y la arquitectura de la ciudad. Su conformación, su ambiente. Y así cada uno de los componentes de un todo. Y además debo sumarle el recuerdo,l a nostalgia, cierta melancolía que se agranda con la evocación. Quisiera volver a vivir esa experiencia subjetiva de estar en aquella mi confortable casa con sus objetos, muebles, ambiente familiar, mis seres queridos y gozar del abrigo de cierta invulnerabilidad que se siente y se tiene cuando se está bajo un buen techo y se oye llover suave, o con intensidad copiosa. Da igual, la sensación es preciosa.Y luego asomarse. Ver las calles mojadas, todo el mundo en lo suyo, protegidos, abrigados o sin abrigo según el día tibio, el frío, la estación. Gozar de todos ellos. Recorrer los parques tan verdes. Contemplar la forestación autóctona y la exótica. Transitar por sus avenidas. La vida de la ciudad con sus rostros y voces de siempre. Porque en otros lugares, otras ciudades o países uno tiene la certeza que no encontrará esos rostros, no oirá esas voces, ese idioma. Aunque se cruce con lugareños que ya conoce, peor en nuestro interior sabemos está vedada, salvo rara casualidad, un hecho aislado, no nos encontraremos con nadie que represente o sea parte de nuestro pasado. No nos toparemos con ese algo tan familiar, tan de rutina, que valoramos, percibimos y añoramos cuando ya no lo tenemos.
La vida me llevó a otras ciudades, a otros mundos, otros lugares, grandes o pequeños, con sus encantos y lugares. Alegrías, sinsabores, ilusiones, desencantos. Sus pro y sus contras. La vida repito me llevó, o me dejé llevar. No tiene importancia. Ni analizar causas, ni analizar defectos. De lo que hoy pienso es que ha pasado mucho tiempo, demasiado de la última vez que vi llover en Buenos Aires.
Chau y hasta la próxima

2 comentarios:

coto dijo...

A veces esas seniales quedan tan profundamente grabadas que cuando vuelven a manifestarse no pueden pasar desapercibidas.
Por ejemplo,donde tenia la tienda en Segovia,habia un arbol tipo conifera que desprendia el mismo olor que tenia otro arbol en la casa de los abuelos en Cordoba,Argentina.
Pero esto solo sucedia en ciertas condiciones climaticas;normalmente era en dias frescos,por la maniana,principio del otonio.En casa de los abuelos recuerdo oler ese aroma a final del verano,en especial creo recordar cuando ibamos alguna vez en Febrero,dias mas frescos mas cortos...
Tengo mas.Es mi maquina del tiempo.

nor (que es nob) dijo...

Me alegra tenerte de amigo y lo curioso que Vos sos Buenos Aires porque la vivís, la sentís y la querés...por eso es el justo amor del porteño por lo suyo, "no te importan los desaires con que te trate la suerte...sos porteño hasta la muerte, has amado a Buenos Aires..." (plagio modificado para la ocasión)
Abrazo,
norberto