Aparece los miércoles y los sábados

"Dios me puso en tu pagina como un tábano sobre un noble caballo para picarlo y tenerlo despierto" (algo de Sócrates).

jueves, 27 de diciembre de 2007

Batallas en el cielo


La cometa, femenino y en español. El barrilete, americanismo o agentinismo.

Esos barriletes, en su mayoría los hacíamos nosotros. Sus formas tradicionales tarascas, bombas, estrellas, medias bombas o media estrellas. Cañas, hilos, papel barrilete, engrudo. Tamaños variados. Largos flecos, colores combinados. Luego ponerle bien los tiros, en su justo equilibrio. Cola de trapos cuyo peso dependía del viento que soplara. Buen piolín terminado en palito para sostenerlo y ordenarle piruetas, saludos, cabeceos. Aflojarle si tiraba mucho o tendía a colear. Siempre reservábamos un resto de piolín para cualquier maniobra. A veces los comprábamos hechos. Remontar nuestra obra de arte, una delicia de sonido al vibrar los flecos. El aire en nuestras orejas indicándonos claramente en qué dirección soplaba. También enviábamos cartitas a través del piolín.

Era muy común verlos en el cielo de Buenos Aires allá por mi lejana infancia, siglo pasado, década del 30 Se los veía a veces solitarios, recortando su silueta, por momentos movediza, por momentos estática y serena. Humildes algunos, deslumbrantes otros por forma y colorido. Pero al llegar la primavera, con mejor clima y aire más movido, el cielo era un espectáculo de barriletes variados rivalizando en belleza, tamaño, colorido, largo de flecos, majestuosidad, pero también disputando lugar. Estaban casi uno al lado del otro. Y allí podían comenzar las batallas. Era común ver brillar en las colas hojitas de afeitar, arma temible que podía cortar el hilo del rival. Cuando lo lograban daba pena verlos caer abatidos. Pero todos sabían a lo que se exponían. Era parte del juego. Yo jamás las usé pero tenía un hilo de coser zapatos, muy fuerte y encerado. En un cruce con otro, lo encimé y luchando a pura fricción lo derribé. Como bien sabés los chicos, además de matar a pajaritos, destruir nidos, tocar timbres y mil diabluras y maldades más, en el cielo de primavera, nuestras batallas no tenían nada de inocentes.

Chau y hasta la próxima

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