Aparece los miércoles y los sábados

"Dios me puso en tu pagina como un tábano sobre un noble caballo para picarlo y tenerlo despierto" (algo de Sócrates).

miércoles, 11 de marzo de 2009

188 Y la casa crujía

La casa, mi casa natal.Un ícono inolvidable.
Llegaba el verano.Fuerte, tórrido. A puro sol. A puro aire caliente. Tormentas insesperadas. Rayos, truenos. A veces fuertes granizos. Poca o ninguna diferencia con los veranos de hoy, en mi misma ciudad, aunque en viviendas distintas. Con una vida ya pasada. Eso sí ,con otros ingredientes y fórmulas para combatir ese calor húmedo, aplastante. Y las recurrentes invasiones de las mangas de langostas. Hablo de la década del 30, siglo pasado. Aquellos días de mi infancia, de mis padres jóvenes, en esa casa grande, hermosa, recordada siempre. Como lo fué todo. Para la felicidad de mi memoria.
Llegaba la noche, el momento de combatir el calor acostados, queriendo doblegar esa pesadez ambiental, y los mosquitos. Antes de acostarnos nos tomábamos una granadina con soda hecha en esos sifones ingleses Sparklets, o agua con granolina que eran unos terrones efervescentes que puestos en el agua burbujeaban y refrescaban al tomarla. Con algún trozo de hielo, ya no comprado al hielero o en el almacén, sino hecho en unas cubeteras verdes de goma de la heladera eléctrica Frigidaire, de motor y compresor abierto, novedad de aquella época. El agua del filtro Berkeley, que nos aseguraba su pureza, gracias a un interesante sistema, ya que debajo de la fiambrera, empotrada había otra heladera, anterior a las eléctricas,y sobre una serpentina se colocaban barras de hielo que enfriaba el agua circulante hacia el filtro y así la servía helada..Durante el día, la sombra de los árboles, los toldos, el amplio parral que cubría todo el patio, agua abundante de manguera o regaderas eran los recursos y medios utilizados. En el comedor un ventilador General Electric  nos tiraba sus esporádicas brisas en su monótono vaivén. El tema era la noche. Conciliar el sueño. Semidesnudos en hornos con colchón y almohadas de lana,que las sábanas no alcanzaban a mitigar. Una pantalla de cartón en la mano, de mango de madera y la cara impresa de alguna estrella de cine,y en su reverso la propaganda de la carnicería, almacén ....También disponíamos de otras más sofisticadas,japonesas de mango oscuro, laqueado en negro con un cordón de seda en su extremo. El cuerpo de papel delicado, figuras japonesas dibujadas finamente y varitas de ligera madera apresadas por dos hojas de papel que conformaban cara y reverso de la pantalla, rematado su borde  con una angosta tira de papel plateado.. Con ellas, en lucha por espantar a los zumbadores y malignos zancudos que nos atravesaban previo revoloteo como aviones en batalla aérea. Empapados de transpiración y muertos de sueño, este lograba imponerse. Nos dormíamos hasta el amanecer, salvo cuando irrumpían las serenatas gatunas, y más de una vez las de algún grupo que le cantaba a alguna muchacha de la cuadra. Pero de pronto la casa irrumpía en su clamor y nos despertaba. Ella se enfriaba luego de soportar un día de sol impiadoso. Lo hacía quejándose. Y al abrir los ojos en medio de una oscuridad a veces plateada por la luz de la luna, yo imaginaba su mampostería recortada en un cielo azul oscuro, estrellado, como podía verse en aquel tiempo en la ciudad.
Acunado por sus esporádicas  e inesperadas quejas, volvía a dormirme.

Chau y hasta la próxima.
 

1 comentario:

coto dijo...

Recuerdos que forman parte de mi infancia y juventud por haberlos oído;pero a mí lo que siempre me impactó fue lo de las plagas de langosta.
Esta historia,casi leyenda la tengo grabada,digamos a fuego,en lo más profundo de mi memoria.Conozco tantos detalles,algunos mezclados con los propios creados por mi imaginación,que cuando contacto con algo relacionado con las langostas...allá voy.Quiero decir,lo tomo muy en serio.
Una vez,una tarde de verano,calurosa,en mi buhardilla de La Granja en Segovia,la ventana de la cocina abierta,sentado,mirando la montaña,y así como en un cuento de Poe,divisé un punto oscuro en movimiento.Se dirigía a toda velocidad hacia mí;entró por la ventana y murió debido al impacto.Su condición acorazada mantuvo intacto su cuerpo.
Ese es el origen del frasco con langosta conservada en vodka Nicaloff que estaba en la cocina de La Buhardilla.