Aparece los miércoles y los sábados

"Dios me puso en tu pagina como un tábano sobre un noble caballo para picarlo y tenerlo despierto" (algo de Sócrates).

sábado, 28 de junio de 2014

Nº 745 Mágico.

 

bote

"La ambición tiende sus trampas"

Esta historia empezó así:Transcurría el siglo XIX. Por pueblos con caminos polvorientos se arrastraba un carromato tirado por un jamelgo que también se arrastraba. Desvencijado, pintado de negro tenía en sus costados en letras doradas una inscripción que decía REMEDIOS MÁGICOS. Conducía un hombre de mediana estatura, todo vestido de negro, camisa blanquísima, lazo también negro. De su levitón colgaban dos largos faldones unidos en el medio como para cubrir su parte trasera.Un sombrero negro de ala muy ancha ocultaba parte de su rostro.Nariz puntiaguda, bien afeitado.Cejas muy pobladas.Boca de labios muy finos,apretados en rictus perverso.Se destacaban especialmente sus ojos,sobre todo su mirada que imponía aprensión y algo de miedo.Su voz, su forma de decir eran de una atracción irresistible.Con ella pregonaba su mercancía, cualidades y precios.Los pobladores de cada lugar se agolpaban para comprarle algo, pero sobre todo para verlo.Gente pobre, enferma, desahuciada, con defectos físicos o deseosos de mejorar su salud, su aspecto y hasta su suerte.Píldoras para toda clase de dolores, los de muelas especialmente por frecuentes.Tónicos para hacer crecer el pelo.Las imprescindibles sanguijuelas para las necesarias sangrías.Grageas curadoras de impotencia o frigidez sexual, indistintamente.La gama de necesidades de la época se resolvían gracias a todo aquello que portaba el mágico carromato.Pero la estrella de la oferta era un ungüento.Untándose todo el cuerpo se libraban de todos los dolores físicos y morales, se aseguraba una eterna juventud, se convertía en un hombre feliz.A pesar de su módico precio nadie lo compraba sospechando un timo dada la cantidad de virtudes y ventajas que se prometía.Hasta que en un pueblucho un hombre joven disponiendo de  sus escasos dineros lo compró.Impaciente lo llevó a su choza y siguiendo las instrucciones se untó de piezas a cabeza.Los efectos fueron inmediatos. Se sintió desusadamente fuerte, sin sensibilidad al dolor físico. Se pinchó, se hirió, no sintió nada, no sangró, Una sensación misteriosa se apoderó de su espíritu.Le desaparecieron los sentimientos.Ante el mundo, la realidad una total y absoluta indiferencia.También comprobó la ausencia de buenos sentimientos.De haber estado frente a una obra de arte, una bella partitura musical, un texto literario, una poesía, no habría podido apreciarlas.El remedio no lo hizo el hombre feliz que anhelaba y le había sido garantizado.Se transformó.Desde ese momento se pareció más a una escultura de mármol. Frío, insensible, indiferente. Los años pasaban mas él conservaba el mismo aspecto, diríamos juvenil.El tiempo no dejaba rastros sobre su humanidad.Decidido a recorrer caminos con la idea de encontrar el carromato y develar el misterio que lo envolvía, al personaje que le vendió el ungüento.Nadie supo darle la menor referencia.Más aún les resultaba absolutamente desconocido.No se guardaba memoria de su existencia..Pasaron tantos años que él debió ser a esa altura de su vida un anciano.Nada de eso.Se mantenía intacto, igual que siempre.Cuando por biología estaba cercano a la muerte, en el recodo de un camino se le apareció el carromato.Interpeló a quien le había vendido esa coraza flexible, imposible de desprender.Entraron en un ríspido diálogo.

-Te esperaba.

-Te he buscado toda mi vida.Me engañaste, no he sido feliz.

-Puedo volverte a la normalidad y regresar al punto de partida.Serás como cualquier otra persona con una condición.

-¿Qué condición?

-Cuando termines esa,  tu segunda vida me entregarás tu alma.

Cuando el hombre escultura pronunció la palabra no, se partió en mil pedazos.

Esta historia no empezó así.

 

Chau y hasta la próxima

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