Te cuento, por si no lo hice, que padezco de una enfermedad neurológica llamada miastenia gravis. Es muy complicada, de origen autoinmune e impide que las órdenes que doy a ciertos músculos dependientes de la voluntad se cumplan. En mi caso me afectó la deglución, y por lógica también el habla. Me impedía tragar y emitir palabras más o menos comprensibles. Con el tratamiento específico estoy bien aunque padeciendo trastornos medicamentosos y de otra índole que no viene al caso relatar, pero si no te digo todo esto no podría explicarse el porqué de las bellas palabras. Concurrí un día a la Fundación Miastenia Gravis, la tercera en importancia en el mundo, que se dedica, no solo a la ciencia y atención sino a la difusión , contención desde lo médico, lo científico, lo piscológico, lo social , de los enfermos. En ella se dan charlas explicativas, consejos, se hacen publicaciones , encuestas,etc. En una de esas charlas, cuando ya había finalizado, me levanté para ir al baño. Los medicamentos me provocan una micción abundante y frecuente. En el baño, con la puerta abierta estaba una madre joven, gitana, atendiendo a su niño miasténico. Un chiquito de unos 6 años. Ella lo lavaba, arreglaba, acicalaba. Al verme parado en la puerta me dijo que ya se iba. Yo le respondí que no se apurara, que se tomara su tiempo. Al salir el nene me miró. En sus ojos inocentes, límpidos, dirigidos directamente a los míos, como solo los niños saben hacerlo, percibí una expresión de ternura única, y casi desde el suelo, tan su poca estatura me dijo"Dios lo bendiga".
Chau y hasta la próxima.
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