Aparece los miércoles y los sábados

"Dios me puso en tu pagina como un tábano sobre un noble caballo para picarlo y tenerlo despierto" (algo de Sócrates).

jueves, 16 de agosto de 2007

Para cuentario. El hombre que rellenaba minutos.

Habrás leído que muchas veces encabezo mi blog como este diciendo para cuentario. Este es un libro , hoy inhallable hecho por 4 autores: María Isabel Clucellas, Juan C. Gargiulo, Martha Salas y Hugo Leguizamón, editado por Libros de Hispanoamérica aparecido en l982 . Pienso ir publicando los mios cada tanto. Este fue finalista en un concurso de Radio Nacional. Hasta ahí llegó.

Tenia una figura agradable,"vendedora", según la jerga del medio. Dueño de una voz suave, varonil, seductora; oficio y dicción clara, precisa, correcta, reunía cualidades no comunes en un ambiente competitivo y alienante.
Su trabajo era ser locutor y armar programas de radio.
Durante dos horas, (la audición se emitía de lunes a viernes), pasaba música, hacía reportajes, leía noticias de actualidad, deportivas, culturales, publicidad.
Dialogaba con personas no siempre célebres.
Con el correr de los años, se transformó en una figura de primerísimo cartel. Cada acontecimiento importante de la radio o la televisión, contaba con su obligada presencia. Festivales artísticos, estrellas de la canción, debates culturales o políticos, eran indistintamente presentados, dirigidos y comentados por él.
Ciento veinte minutos por día componían su programa, Seiscientos por semana, dos mil cuatrocientos por mes, veintiocho mil ochocientos por año.
Pero no eran tantos si los comparamos con las ocho horas o mas que un obrero, un empleado entregan de su vida diariamente. Pero mientras unos se encuentran volcados a la producción, cumplen funciones administrativas o comerciales, él tenía la obligación de rellenar ese tiempo.
Cada minuto, uno por uno.¿Y como lo hacía?
Los tomaba, los extendía sobre su mesa de trabajo, los dividía en sesenta segundos, y con habilidad, rápidamente, los iba rellenando.
Tal palabra para tantos segundos, tal sonido para tantos otros. Al principio esta tarea le insumía bastante tiempo, pero a media que dominó su oficio, acababa más rápidamente con ellos.
Ya práctico, los fue agrupando de a dos, luego de a tres, y por último, logró reunirlos de a cinco, en una máxima muestra de productividad. Así, en un minuto podía rellenar dicha cantidad.
A un lado quedó esa forma artesanal que utilizaba al principio. Aquellos tiempos armados con maestría, extraídos como de la paleta de un pintor, cincelados con manos dedicadas a modelar esculturas, fueron reemplazados por la urgencia, la torpeza.
Con el transcurso de los días, en su afán de producir más y más, su tarea se fue poblando de apremios y desesperación.
Las horas que mediaban entre uno y otro programa, los debía dedicar a esos ciento veinte exactos, justos, oportunos, alegres, interesantes y aún tristes, pero nunca aburridos minutos. Eso jamás. A cada uno le podían caer todos los adjetivos, menos el de aburrido.
Para aliviarse de su febril trabajo, hacía uso de los minutos silenciosos, sin rellenar, intercalándolos en forma individual o agrupados, creando así espacios mudos muy agradables.
Progresó rápidamente en esa labor; aumentó aún más su efectividad. Pero al orden inicial, la armonía, fueron reemplazados por el desorden total, el caos.
Los minutos aparecían esparcidos o apilados sobre su mesa de trabajo,reunidos anárquicamente.
Se les mezclaban, resultando programas por momentos absurdos. Palabras y sonidos ,colocados sin lógica, sin sentido, fueron emitidos más de una vez, con el consiguiente descrédito para tan encumbrado locutor.
Eso aumentó su desesperación, su descontrol.
Comenzó a llegar temprano a la oficina, más irritable que de costumbre, descargando su ira sobre los minutos, propinándoles golpes.
Más de una vez lo esperaron aterrados en un rincón, con el aspecto de una masa informe, que mira con miedo a su ahora implacable enemigo.
El los atrapaba con violencia, de un manotazo. Los tiraba sobre la mesa y despiadadamente comenzaba a rellenarlos, con manos crueles y feroces, retorciéndolos, estrujándolos. Otras, los guardaba en cajas oscuras, o los ensartaba en unos pinches para evitar que se le volaran.
Los pobres minutos intentaban huir, revolotear, pero quedaban moviéndose, desplazándose sobre la mesa, como esas mariposas nocturnas que agonizan a la luz del día, en un agitar inútil de alas, en frustrada evasión de la muerte.
Cambió su labor creadora , el lirismo de las primeras épocas, por un irracionalismo demencial, por la tarea demoníaca. El se transformó en un verdadero poseso.
En su locura cometió entre otros, tres errores fundamentales:
1) Jugar con el tiempo, es decir, jugar con la vida y la muerte.
2) Acelerarlo haciendo transcurrir los minutos a mayor velocidad.
3) Introducir en ellos más de lo que podían admitir sesenta segundos, de manera que cada minuto, en su posterior emisión aparecía con más contenido de palabras o sonidos de lo admisible.
En varias oportunidades, como consecuencia de este último error, alguno le estalló salpicando el ambiente, manchando las paredes con segundos incrustados en el revoque. Milagrosmente esas explosiones no le acusaron daño físico alguno, pero moralmente se sentía abatido, descontrolado. Sus manos manejaban en forma desaprensiva y despiadada un arma poderosísima, altamente
peligrosa ,el tiempo. Se transformó en un obsesivo esclavo del reloj. Perdió conciencia de lo que estaba haciendo, tal era su locura. En una aceleración más caótica aún fue quemando etapas, inadvertidamente.
Cuando lo encontraron muerto un 3 de noviembre de l980, su aspecto físico era el de un hombre de más de setenta años, aunque todos estaban enterados que el año anterior había cumplido cincuenta y uno. En su micro mundo, donde últimanente se hallaba encerrado, el tiempo, su tiempo,adquirió otra dimensión, otra velocidad. El reloj del estudio giraba sus agujas como enloquecido, sin control.
Un almanaque, colgado en una pared, misteriosamente señalaba: noviembre de l999.

Chau y hasta la próxima.

Foto: JCGB 2004.

2 comentarios:

JCG dijo...

ESte cuento siempre me ha gustado mucho, me recuerda al locutor peruano, el negro Marthineiz.
Como veras estrenamos foto de veji, del año 37 mas o menos.

nor (que es nob) dijo...

Muy bien ideado y trabajado. Lo seguí con el ritmo que le impusiste...

"el tiempo y el espacio
es solo la mentira
que nos hace posibles..."