Aparece los miércoles y los sábados

"Dios me puso en tu pagina como un tábano sobre un noble caballo para picarlo y tenerlo despierto" (algo de Sócrates).

miércoles, 11 de junio de 2008

110 el tercer fuego.



Video : monólogo de El Sacrificio de A.Tarkovsky

Aquella mañana se levantó como todos los días. A la misma hora, con la misma rutina. La jornada se le presentaba casi vulgar. La creía sin sorpresas, aunque nadie está libre de recibirlas. Claro que tal posibilidad puede cruzarse por nuestras mentes, pero lo difícil, o lo imposible es saber en qué consistirá el hecho o el acontecimiento que altere nuestras existencias, o quizá, con muy poca ambición modifique en algo lo grisáceo de muchas vidas. Ya en la cocina, maquinalmente extendió la mano para tomar la caja de fósforos. Abrió la llave del gas y con un movimiento simple raspó la cerilla y encendió el quemador más pequeño. Puso en la cacerola un chorro de leche y otro de café, y mientras preparaba unas tostadas conectó la radio para escuchar las noticias de la mañana. Nadie a esa hora del día, cuando aún no se ha despertado del todo, está suficientemente lúcido para dedicarse a profundas reflexiones. A lo sumo pesa sobre su espíritu cierto agobio, una vaga sensación de angustia, ante la perspectiva de una larga jornada de ocupaciones múltiples. Prevalece la idea de la tarea a cumplir. De las dificultades a superar.Luego el día se encarga de ir borrando ese elemento subjetivo, aún cierto pesimismo, desplazándolo por la realidad de las obligaciones. Detengámonos en el preciso momento cuando ella raspa el fósforo para encender el gas.¿Cuántas veces por jornada?. O de otra manera. Con mecheros, encendedores eléctricos, ramitas frotadas, yescas. De todas las formas inventadas o descubiertas por el hombre pare encender el segundo fuego. La humanidad debió esperar años y años para aprender a manejarlo. Ejercer su dominio. A utilizar el primer fuego cuando despertó a la vida sobre la tierra. El rayo, el sol. Darse calor. Cocer los alimentos. Fundir los metales. Transformar y utilizar la energía. Miles y miles de años para reelaborar ese primer fuego y trocarlo en segundo, en proceso no acabado.
Esa mañana ella no lo pensó así. ¿y quién lo haría en igual acto?. Si alguno, entre tantos millones se le ocurría idea parecida, seguramente guardaría su reflexión y seguiría desayunando, calentándose, cocinando o trabajando. O en plena cacería, pesca, para sobrevivir o divertirse. Se detuvo un instante, casi involuntariamente, cuando el noticioso recordó como al pasar un nuevo aniversario de la tragedia de Hiroshima. Y archivó el mensaje. Salió a la calle para cumplir con sus obligaciones sin sospechar nada. Allí la aguardaba un acontecimiento decisivo. Ya en pleno centro de la ciudad levantó su mirada para leer, como lo hacía todos los días en el gran cartel luminoso de la esquina principal, la temperatura, la hora, mientras por la parte inferior corrían rápidamente letras de luces componiendo frases publicitarias y noticias. Nuevamente el mensaje "hoy se recuerda un nuevo aniversario de la tragedia de Hiroshima". Sin saber porqué se sintió tocada. Pensó ella no había nacido cuando aquello de la guerra, aunque sí había vividos momentos difíciles de tensión internacional. Se consideraba una joven marginada de toda militancia, dedicada exclusivamente a su superviviencia y realización personal. Verdad que alguna vez había firmado algo sobre los negros, o sobre la guerra nuclear o sobre los derechos humanos. Habían sido actos lógicos, civilizados. ¿Qué persona sensata podía estar a favor de la discriminación racial?, ¿quién no debía apoyar la paz?, ¿o defender el medio ambiente? Pero ella no tomaba parte de las acciones de sectores de opinión o movimientos que organizadamente trataban de influir o torcer los acontecimientos. Recordaba, mas lo hacía con cierta amargura y peso de conciencia. Atrapada por la actividad cotidiana, por su interpretación del mundo, de la realidad, jamás intentó pasar de una mera inquietud intelectual, a una acción concreta, a un esfuerzo sumatorio.
Continuó su marcha resuelta a cumplir con sus tareas, sin permitir influencia alguna de ese mensaje recibido en dos oportunidades. Excluyó de su mente la idea de pensar en Hiroshima, aunque sintió cierto remordimiento. Se reprochó su forzada indiferencia. Absorta en su lucha interior no logró comprender lo diferente de ese día. En el acontecimiento cuyos indicios se le habían mostrado.
La ciudad se iluminó fuertemente.
Despertó aterrorizada. Extendió su mano hacia la perilla de velador. Inútil, no había energía eléctrica. Aumentó su pánico. A tientas, conocedora del lugar, sorteó obstáculos cuya ubicación sabía de memoria y se dirigió a oscuras hacia la cocina. Tomó una caja de cerillas y encendió una. Alguna cucaracha zigzagueó alejándose rápidamente sobre la mesada, donde aún quedaban restos de la cena. Buscó febrilmente el paquete de velas guardado, seguro en el primer cajón. Allí no estaba. Nuevos fósforos la guiaron hacia un segundo y un tercero, donde ahora sí debajo de unas servilletas se encontraba el ansiado paquete. No intentó hacerse de la linterna, la sabía descargada. Ya iluminada por un par de velas de dirigió a la ventana. Vió a la ciudad a oscuras, aunque en algunos sectores el resplandor era evidente. Cuando pretendió mojarse la cara, de las canillas no salía una gota de agua. Una sensación de abatimiento se apoderó de ella. ¿Desconcierto?. ¿Confusión?. ¿Qué estaba sucediendo?, ¿como conciliaba el horror vivido durante ese día con lo prolongado en aquella noche?, ¿cual la realidad y cual la pesadilla?. Difícil, muy dificil determinarlo. La energía cortada, el abastecimiento de lo básico reducido a la nada. No había electricidad, agua, gas. No funcionaba el teléfono. Pero los ruidos de la calle eran casi los normales. Y esos resplandores más a lo lejos...
El cielo estrellado y bello como nunca, sin luna.
No era lógico. Ni gritos de horror, ni víctimas calcinadas. Todos los edificios en pié. Pero ella había visto el hongo.
La temperatura descendía velozmente. Viento, viento terrible, huracanado. Y la vida se detuvo. Y se detuvo el tiempo. Las aves cesaron de volar. Todo se alteró también dentro de su departamento. Los objetos, los adornos, cuadros, estatuillas, dejaron de ejercer su orden tiránico.Ya no se encontraban allí colgados, apoyados o colocados en determinados rincones o estantes, ganados a fuerza de estar siempre en el mismo sitio, por el gusto, capricho o error de su dueño. Ellos estaban incorporados a sus hábitos, a su conciencia, y ejercían una influencia constumbrista, con personalidad propia. Ahora movidos, descolgados, caídos, rotos, produjeron un manifiesto cambio en su entorno. Repetimos, se detuvo el tiempo. De las gentes, sombras impresas en paredes calcinadas, como negativos fotográficos. Siluetas por todas partes. Humanas, de animales, de cosas. Formas grotescas. Improntas pompeyanas. De nuevo se preguntó, ¿cual la realidad?, ¿cual la pesadilla? ¿un sueño dentro de otro sueño?.Todo muy confuso, todo muy contradictorio. Demasiado el espanto.
La vida pretendía continuar. Ella pretendía vivir o sobrevivir. Perturbada, paralizada. Se acercaba al estupor. Pensó febrilmente que si estaba en esa situación era por haber recibido una altísima radiación. Pero no, pasado el primer momento logró serenarse, dominarse. Siempre había hecho gala de presencia de ánimo aún en los momentos más difíciles.Pero jamás, jamás había estado en situación igual. y además ¿de dónde sacó eso de las radiaciones?.¿Sabía con certeza si la ciudad, el país, la tierra, eran víctimas de un ataque o guerra nuclear? Una radio a pilas encendida con urgencia seguía pasando música en forma normal, y las noticias no decían absolutamente nada fuera de lo corriente. Ni un solo comunicado, ninguna señal de alarma. ¿A qué se debía esa contradicción?. El edificio de departamentos permanecía en total silencio. Como deshabitado, o en todo caso ella sola, única habitante en ciudad fantasmal.
Las cosas por momentos parecían aclarársele, para luego confundirla aún más. ¿Era víctima de una alucinación?. Siniestro caleidoscopio. Dirigió nuevamente su mirada a través de la ventana, hacia el cielo límpido, estrellado. Mas no lo halló. Ni una sola estrella, ni atmósfera diáfana azul oscura. Una horrorosa nube, un denso smog lo cubría todo. Comenzó a temblar de frío, de miedo.
Las primeras deyecciones sanguinolentas le hablaron de su pesadilla. La boca le ardía. Tenía las mucosas, su lengua cubierta de llagas. Un nuevo mechón de pelos se le desprendió al querer cepillarlos. Cansancio, extrema debilidad. Anemia, seguro anemia,no podía ser otra cosa. ¿Cuántos días habían pasado? ¿Cuántos desde que ingería solamente alimentos enlatados, agua embotellada, no se bañaba?. Las pilas agotadas de la radio terminaron de incomunicarla. Pero ¿con quienes ? ¿con quien?. Ninguna noticia. Ella se desplazaba sobre un piso sucio, cubierto por el desorden. Tapizado con papeles, objetos, estatuillas rotas. Pensó en la muerte, de ella, de todos, de la humanidad, el fin de la vida.
Y las aves dejaron de volar ¿pero eso no había sucedido antes?. Nuevamente se detuvo el tiempo. De las gentes sombras en paredes calcinadas como negativos fotográficos. Otra vez las improntas pompeyanas. Una nueva plaga superior a las siete juntas. Un octavo jinete. Se volvió a preguntar ¿cuál la realidad?¿cuál la pesadilla? ¿cuál la locura?
Aquella mañana no se levantó como todos los días, aunque a la misma hora con la aparente misma rutina. Mas ella no era ya la misma persona. Y si la jornada se le presenaba vulgar, corriente, sin perspectivas de sorpresas, algo fundamental había sucedido en su vida. El noticioso anunciaba un nuevo aniversario de Hiroshima. No archivó el mensaje.
Raspó un fósforo y encendió una vez más el segundo fuego para preparase el desayuno. Convencida sí que haría lo imposible, la suya , su opinión sumada a las demás opiniones. Su voluntad a la de millones. La vida triunfaría frente al holocausto, el invierno nuclear, la lluvia radioactiva. Ese tercer fuego, estaba convencida que también estaba en sus manos, en su participación junto con otras voluntades, ese tercer fuego jamás sería encendido.

Chau y hasta la próxima.

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