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"Dios me puso en tu pagina como un tábano sobre un noble caballo para picarlo y tenerlo despierto" (algo de Sócrates).

sábado, 8 de enero de 2011

378 El país de los números.


El principal problema de nuestro tiempo es establecer si la democracia y la personalidad humana según el concepto que tenemos de ella, podrán sobrevivir en este mundo tecnológico. La tecnología nos brinda muchas cosas que deseamos pero en la medida en que no se transforme al hombre en una cifra, ese proceso destruirá a la humanidad. Robert  P. Warren.
Por única vez en  muchos años, quizá en toda su historia moderna, las noticias sobre educación, ocuparon la primera plana de los periódicos y de los medios de comunicación en general. Los habitantes de ese país estaban habituados a ser informados sobre hechos policiales, deportivos, sensacionalistas,pero  nunca con importantes noticias culturales o educativas. El asombro no exento de íntima satisfacción invadió los espíritus al comprobar que por fin las autoridades sensibles a lo planteado por una realidad (ya casi ingobernable y agobiante, de no tomarse medidas de fondo) habían resuelto ayudar drásticamente al proceso de comprensión y adaptación a esa nueva era tecnológica, de transacciones comerciales, de maniobras financieras y especulativas, de altos presupuestos oficiales. De impulsado consumismo y creciente e implacable voracidad fiscal a fin de alimentar una maquinaria estatal de dimensiones insospechadas. La vida cotidiana se había hecho imposible. No solamente  por las causas que por lo común  influyen sobre el desarrollo de los pueblos, como la inflación, los déficits habitacionales y asistenciales, los bajos salarios, las insuficiencias de... A todas esas lacras y desgracias sociales se sumó la estructura de un sistema creado por el Superministerio que obligaba a cada habitante a registrar minuciosamente, contabilizar y oblar lo siguiente.
1) Cuantas inspiraciones  y expiraciones realizaba por día y en consecuencia cuantos metros cúbicos de aire, propiedad del estado consumía.
2)Cuantas sonrisas esbozaba por día. Cuantas risas y cuantas carcajadas.
3) Cuantas lágrimas  y su caudal volumétrico derramaba por igual período.
A su vez los sentimientos íntimos quedaron divididos en tres categorías.
A) Amor y todo lo relacionado con el.
B) Odio y todo lo relacionado con él.
C) Indiferencia y todo lo relacionado con ella.
Cada uno de estos grupos a su vez estaban integrados por múltiples y variados componentes en una escala casi infinita. Pero a los efectos de su contabilización y consiguiente gravamen no se los tenía en cuenta sino que se los incorporaba directamente a uno de los tres grupos primarios. Así la piedad o el impulso sexual pertenecían al grupo uno. La repugnancia, el asco, la envidia al dos. El desentenderse del mundo circundante,del perfume de una flor, al tres. Toda persona era portadora de un aparatito, última maravilla electrónica, importada de un país oriental principal productor de paraguas y otras genialidades. La minicomputadora registraba cada uno de los sentimientos, respiraciones, lágrimas o risas y emitía regularmente los resultados para que Impositiva procediera a una correcta recaudación. Que no se agotaba gravando solamente los sentimientos humanos sino que abarcaba los demás componentes tradicionales. Actividades comerciales, laborales, etc. Todo aquello que conforma la vida de un país moderno.Como resultado del rumbo impreso a la economía por el Superministerio mermó la producción a límites bajísimos y la población se dedicó febrilmente a recorrer bancos, financieras, casas de cambio, bodegones, cantinas, teatros, bibliotecas, prostíbulos, templos, iglesias. En todos ellos se realizaban transacciones comerciales, compra de divisas. Se especulaba. Y a consumir. A comprar cosas, en lo posible importadas. Claro que la vida así ya no necesitaba de emociones líricas, poesías, belleza, amor. Un manto de mediocridad y frivolidad mercantil lo cubría todo. Impositiva comprobó un claro descenso recaudador en el rubro sentimientos noble , amor, sonrisas. A tal punto que prácticamente desaparecieron de los registros. En cambio crecieron enormemente el odio, la indiferencia. O lágrimas y esbozos de alegría producto de éxitos comerciales, aplastamiento de algún rival o compra de alguna cosa. Se modificaron los monumentos históricos y se erigieron nuevos. Al prócer máximo se lo sustituyó por el dios Mercurio. En las cuatro caras de la columna principal, levantada con motivo de la fundación de la capital se grabaron las siguientes leyendas: Compre cosas. El dinero es la base de la felicidad. Muerte al evasor. Su impuesto construye.. Y precisamente se construyeron autopistas urbanas y otras cosas inútiles. Pero lo más importante fué el monumento a la cosa. Semejaba una gran pompa que crecía, crecía de tiempo en tiempo al ser incorporadas en su seno nuevas cosas. Televisores, pela-papas sofisticados, licuadoras, automóviles, motocicletas, revistas de actualidad, armas, y todo lo que la mente humana pueda crear para ser consumido. Letras grandes y luminosas rodeando a la gran pompa decían ¡Cosificación! ¡Vivan las cosas!.
La reforma educativa pasó a ser una necesidad imperiosa para poder desenvolverse y sobrevivir. De allí que ese día la noticia no sorprendió a nadie. Los diarios junto con el texto de la ley y las medidas complementarias publicaron una síntesis que decía así:
"Se implanta a partir de la fecha la reforma educativa en todo el país. Dicha reforma abarca todos los niveles y formas de la educación. Desde el seno del hogar, las guarderías, jardín de infantes, preescolar,hasta el post grado universitario y la tercera edad. Quedan abolidas las carreras humanísticas.  El arte en todas sus manifestaciones. Los ciudadanos  formados en cualquiera de dichas carreras o disciplinas deberán realizar un curso mínimo y elemental de readaptación y educación. Paulatinamente se irá reemplazando el idioma tradicional por uno nuevo a crear en donde los números serán la expresión verbal y escrita de todo habitante. A tal efecto se formará una comisión especial de economistas y matemáticos facultados a realizar consultas en el exterior en los principales centros económicos del mundo  e incorporar las personalidades necesarias.Se establece un sistema de educación permanente a fin de actualizar a los educandos en las nuevas corrientes de la economía, métodos de inversión especulación y recaudación. Todos los sistemas tradicionales libros de texto y restos de la antigua cultura serán incinerados o destruidos a los efectos de un mejor y rápido logro de los objetivos de este programa".
Pasaron los años y el éxito de la reforma no se hizo esperar. Fué total. Los monumentos a los negocios y a las inversiones adornaban si cabe decirlo así con su fealdad parques y paseos públicos. Predominó otra concepción de la estética. La city crecía hacia las alturas de manera inconmensurable. Edificios torre, bancos y financieras invadían los barrios tradicionales donde antes existían quintas, casonas, arboledas.. Atrás quedaron las costumbres de los vecinos de salir a  las veredas, sentarse en sillas y reposeras a charlar de nada. O de la vida de los otros. Fueron reemplazados por gente desplazándose febrilmente, atropellándose en la búsqueda del quimérico Vellocino de Oro. Los valores de la nacionalidad , las tradiciones, los próceres sustituidos por otros valores, otros próceres. Nacía una nueva patria, fría, utilitaria, despiadada. Los niños compraban acciones en lugar de figuritas..Algunos símbolos numéricos representaron actos y hechos de la vida humana. Una pareja, uno más uno. Para los racistas un judío o un negro valían medio o menos. Ya las minicomputadoras habían sido modificadas definitivamente. El sentimiento clasificado nº 1 (el del amor etc) desapareció como posible elemento de imposición, porque el estado de ánimo según el Superministerio había sido borrado para siempre. Además los items dos y tres sobre todo el dos aparecían con tanta frecuencia en la vida de cada habitante que toda persona que sobrepasara el mínimo establecido se le efectuaba un importante descuento del impuesto total. Para el odio y todo lo relacionado con él se impuso una bonificación. Nadie levantaba la cabeza para observar el vuelo de un ave. Sí para leer mejor las pizarras de las cotizaciones hasta que un día...
Esa mañana  los diarios no aparecieron. Las radios silenciaron. La televisión no emitió imágenes. Los automovilistas dejaron de circular por las autopistas recién inauguradas, por calles y avenidas. Ni trenes ni aviones. Todo se sumió en un gran silencio. El país amaneció paralizado. Se oyó nuevamente el canto de las aves, el zumbido de los insectos, el correr de las aguas, el murmullo de las hojas, el silbar del viento. Sonidos olvidados como el canto del gallo, repetido como un eco por otros gallos en claro contrapunto rasgaron el amanecer. Algunos viejos habitantes recordaban con dolor la última vez que lo habían oído. Fué un atardecer. Ese día el Superministerio publicó un plan económico-financiero-mercantil y el pueblo acongojado y atemorizado no reaccionó. Tres decretos fundamentales componían el paquete de medidas. Y las tres veces la población se negó a sí misma. Y al final del tercer decreto y de la tercera falta de oposición el gallo cantó y el pueblo lloró amargamente.
Todo sucedió imprevista e impensadamente. Nadie quiso reconocer desde tiempo atrás los primeros síntomas, las primeras evidencias del cambio. El número todo lo dominaba. Se medía cuanto una persona quería a otra por su interés y no por su amor. No importaba el porqué de un gusto sino su cantidad. Todos olvidaron el idioma original y utilizaron el cifrado, nuevo nombre impuesto al lenguaje oficial. Pero un día, y esa fue la primera señal, un pordiosero en lugar de exhibir el cartel obligatorio con las tarifas de las caridades, extendió la mano a los transeúntes y dijo" una limosnita por el amor de Dios". Nadie le entendió y fué detenido. Otra vez un accidentado, caído en la calle ante la indiferencia de los que pasaban a su lado (ya el camión recolector se encargaría de él) gritó en medio de grandes sufrimientos "¡mamá!". Expresión gutural e incomprensible para todos sus insensibles oyentes. Lenta pero inexorablemente iban apareciendo signos en toda la población. Irrefrenables, incontenibles. Como si una misteriosa epidemia se fuera extendiendo. Ya las minicomputadores individuales señalaban con alarma para impositiva la disminución irreversible para los ítems dos y tres (odio e indiferencia). Se rebajó para esos sentimientos el nivel mínimo no imponible y se aumentaron las bonificaciones. No dio resultado. Las recaudaciones siguieron descendiendo.  La gente se sentía aparentemente mal. Confusa, contradictoria, extraña.
Esa mañana el país amaneció silencioso. Supuestamente muerto. Nadie se movía o se atrevía a realizar movimiento alguno. Salir a la calle. Cumplir con las obligaciones impuestas por el Superministerio. El silencio fué roto por el canto de las aves. El sonido de la naturaleza ganó el espacio, el ambiente. Se la oyó por primera vez, como si fuera la primera vez. De pronto al unísono todo se puso en movimiento, la gente salió a la calle.. Las enmohecidas campanas de los templos echaron a volar. La atmósfera se pobló de música.  Inmediatamente comenzaron a derretirse los televisores multicolores. Las computadoras se descompusieron. El viejo prócer volvió a su pedestal. Un milagro invadió los hogares, los edificios públicos, la vida toda. Era el  reencuentro entre la gente que como si lo hubieran hecho siempre, hablaban nuevamente su idioma original. Los niños concurrieron a las escuelas con guardapolvos blancos (los mismos que usaban sus padres y abuelos antes de la reforma educativa) en lugar de obligatorio uniforme gris de lustrina. Lágrimas de alegría, de emoción corrían por las mejillas de todos los habitantes,  quienes al encontrarse se abrazaban y estrechaban las manos. Y así marcharon alegre y emocionadamente mientras el edificio más grande de la ciudad, el del Superministerio se derrumbaba como un castillo de naipes. El monumento a la cosa estalló silenciosamente y todo su contenido de chatarra inservible se diluyó en el aire. Millones de voces humanas en un acto de liberación  entonaron la oda a la alegría de Schiller acompañados por una orquesta celestial que ejecutaba el cuarto movimiento de la novena sinfonía de Beethoven.
Alegría, alegría
Oh alegría, bella chispa divina.
Tu magia vuelve a unir,
Lo que los usos habían separado duramente.
Todos los hombres serán hermanos.
¡Abrazaos millones!
¡Este beso al mundo entero!.
Y al final, una voz poderosa, impar, síntesis de todas las voces gritó en el viejo idioma solamente dos palabras ¡Amor! ¡Libertad!.
Con ellas se llenó el país. Resonó en el universo. Y los hombres dejaron de ser un número.

Chau y hasta la próxima

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