412. María Alicia Domínguez. Escritora.

 

Afortunadamente el azar me permitió conocerla, en parte cultivar su trato por más de dos años largos. Yo estaba inquieto por canalizar de alguna manera mi afán juvenil por escribir y lo había en cierta forma logrado al convertirme en editorialista  anónimo de La Tribuna Odontológica. Era esta una publicación en su especialidad la mejor de habla hispana . También fuí articulista con firma  y en otras publicaciones de la profesión. Pero yo ansiaba a dar rienda suelta a mi imaginación y no atenerme a temas específicos y terminologías  técnicas o científicas. Entonces Julia, mi esposa emisaria y portadora de mis afanes se dirigió a la SADE (Sociedad Argentina de Escritores) y me inscribió en un curso de narrativa. La dictante María Alicia Domínguez. Ya era una mujer mayor, alegre y vital, con gran vocación docente. Dictaba un curso muy bien estructurado y organizado. Debió haber sido una muy bella mujer.portadora de una leyenda que en los corrillos literarios tenía visos de absoluta verdad. Según los dichos que ella no se encargaba de desmentir, además reforzando esa creencia con una confesada, proclamada y permanente devoción por Leopoldo Lugones,Se sostenía había sido de jovencita su gran amor. La memoria al ser un recuerdo veraz se encarga de adornar ese recuerdo con fantasías, a veces desvirtuándolo o distorsionándolo, en este caso atribuyéndole a ella la causa del suicidio del escritor. . María Elena Walsh en un artículo llamado Escenas de la Vida literaria, del suplemento Cultura del diario La Nación del domingo 13 de diciembre de 1998 dice "entre mis amigos réprobos mayores estaba María Alicia Domínguez, autora muy popular y famosa gracias a otra leyenda; la de haber sido el gran amor de Lugones y que folclóricamente se atribuyera su suicidio a esta pasión"Confirman esta relación aspectos de su biografía donde se lee fué su discípula durante 6 años y convirtió su casa en un verdadero museo lugoniano y cuando esto se escribe ella estaba preparando una biografía del gran escritor.Volviendo a lo mío el curso me resultó personalmente muy provechoso y establecimos una corriente de respetuosa simpatía. En su casa de la calle Cabildo, barrio de Belgrano asistimos con mi esposa a veladas artístico musicales que me hacían recordar a aquellos salones literarios mencionados en novelas y crónicas sociales.Tuve tratos también con su hermano , escritor como ella. Viuda durante muchos años murió en 1984. En su velorio yo fuí uno de los no muchos concurrentes y en él se destacaba una corona enviada por María Elena Walsh.

Fué maestra normal y nacional. Profesora de letras. Faja de honor de la Sade en 1967. Premio de literatura infantil en 1983. Profesora en distintos colegios secundarios, su obra supera los 30 volúmenes de poesía, novela y ensayo. Entre sus obras se pueden mencionar La rueca, Crepúsculos de Oro, Música de siglos. Vidas de una calle. La cruz de la espada. etc.

Transcribo como muestra de su vena y calidad poética  publicado en La Nación en 1984.

Los inocentes.

Es preciso que se cumpla hasta el fin el misterio de la iniquidad. Sagrada Escritura.

Si preguntan por ellos que  respondan:

acompañan a Abel en su  absoluto,

a los pequeños mártires de Herodes,

a los galeotes que bebieron

las salmueras del mar, a los esclavos

que el dedo de Nerón signó de muerte.

Si preguntan por ellos, que respondan

los desiertos de arena calcinada

los cuchillos de los arrecifes

y las selvas de seres que cayeron

sin rostro bajo látigo siniestro

y las playas de amargas despedidas.

Si preguntan por ellos, que respondan

el vacío colmado de alaridos,

el espacio negado al aire puro,

la columna, la cruz, la dura lanza,

los clavos, el escarnio en la agonía

y el odio de la hiel para el martirio.

Pero un día, sus nombres uno a uno

pronuciará la Voz sobre los Tiempos,

y acudirán nacidos de sus rostros

lavados por el llanto numeroso,

alvéolos de luz en la tiniebla

en la que broten solos, solos, solos.

Si preguntan por ellos, que respondan:

volverán con Abel en la vanguardia

de todo lo que el mal creyó vencido.

 

 

Chau y hasta la próxima.