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"Dios me puso en tu pagina como un tábano sobre un noble caballo para picarlo y tenerlo despierto" (algo de Sócrates).

sábado, 14 de enero de 2012

Nº 486.. Mi barrio. 1º parte.

Quiero contarles algunas cosas sobre el barrio donde nací. La primer pregunta que me hago es a quién le importará. Si me atengo a la posible respuesta diré aquí termino. Sin embargo, a pesar de las dudas voy a comenzar por el simple placer que experimento al hacerlo. Aclaro no seré riguroso con el orden. Deseo atenerme a aquello que mi memoria y mi corazón me dicten aún con traiciones, errores  o confusiones de tiempo.

A qué barrio me voy a referir, a una parte de Belgrano y su bajo, en un área base el viejo hipódromo nacional, hoy Barrio Parque Gral Belgrano. El bajo antiguo barrio de las latas, hoy  Nuevo  Belgrano, llamado así en aquél tiempo por sus precarias viviendas hechas mayoritariamente de latas, con calles de tierra. O desde las vías del Belgrano C hasta el río, aunque incursionaré porque los recuerdos me llevarán a ello , por otras zonas.

Y comienzo contando que nací un 6 de abril de 1928 en la calle Montañeses entre Nahuel Huapí y Guanacache, hoy Manuel Ugarte y Roosevelt. Mi casa y la del vecino, socio de mi padre eran dos chalets estilo tudor espléndidas en todo sentido.

Las calles llevaban y llevan todavía nombres evocativos de los regimientos de la época de la colonia española, las invasiones inglesas y la guerra de la independencia. Arribeños, Montañeses, Blandengues(luego bautizada J.F. Uriburu, San Martín) Ahora Av del Libertador., Miñones, Migueletes, Húsares, Artilleros, Dragones, Cazadores, a medida que nos dirigimos al bajo. No aseguro el orden, no lo he verificado. A todas las conocí adoquinadas, sabia manera de hacerlas. Con el posterior asfaltado , la desaparición de los baldíos, jardines y menos espacios verdes se fué suprimiendo o recortando la capacidad de absorción del suelo durante las lluvias, agravando así las causas de los anegamientos. Toda reparación simple. Contrapiso de arena apisonada, barreta para levantar los adoquines, en especial donde había vías de tranvía y los adoquines se movían tornando el suelo desparejo, con baches que comparados con los actuales eran hoyos para jugar a la bolita. Aunque no formaban parte de este barrio que evoco, también conocí los adoquines de madera. Santa Fe estaba adoquinada así en su totalidad. Se producía un rodar silencioso, mientras que los de piedra generaban bastante ruido. Pensemos en la cantidad de carros circulantes con llantas metálicas, aunque algunos las tenían de goma..Carros de lechero, panadero, mateos. Veo los grandes carros arrastrados  por caballos percherones, de a dos o cuatro más otro solo delantero llamado cadenero, haciendo la fuerza del arranque. Anchas patas, vasos herrados casi cubiertos de pelo, sacando chispas en sus marchas. Ruidos de la ciudad que lógicamente han desaparecido, me parece aún oirlos. Los sonidos, los ruidos, los olores se corresponden a cada época. Diferentes las voces, los pregones de todo tipo. Según el viento si era del río oíamos al tren Central Córdoba, hoy el Belgrano, de trocha angosta, y también por momentos nos llegaban las sirenas de los barcos, prevaleciendo las chatas y los areneros que navegaban más cerca de la costa que ahora, por la construcción del Canal Mitre y porque el río llegaba hasta el murallón de ladrillos que aún puede verse pegado a las vías,(No existía la Ciudad Universitaria ni el aeroparque) donde nos sentabamos con los pies colgando hacia el agua para pescar mojarras y bagres con cañas elementales, mientras a nuestras espaldas pasaban los trenes, coches motor plateados o los cargueros , los de larga distancia arrastrados por esas maravillosas locomotoras a vapor.Cuando la brisa era del lado opuesto, oíamos al eléctrico del Central Argentino, hoy Mitre. Estos sonidos diferenciados nos permitían pronosticar el tiempo. Llovería si provenía del este o despejaría si era del oeste. El aeroparque no existía y los aviones no perturbaban ni importunaban con sus ruidosos motores. Ni los goles ni la música de los festivales generados en un estadio aún no construído. Cantaban las aves, el tránsito modesto y nada perturbador. Sonaban las sirenas de las fábricas Campomar, las curtiembres, los lavaderos,la de sombreros Dominoni.Ellas marcaban los momentos del día.A su ritmo los obreros iban y venía en marcha rumorosa.No faltaban los cantos de los gallos, de las urracas, benteveos, horneros, cardenales, arrullos de palomas, las bandadas de teros. El chispido de un pajarito que llamábamos ratona.,más el canto de las aves en cautiverio, abundantes en jaulas, jaulones en los patios de las casas, ventanas y balcones. Más los ladridos de los perros.Otra la flora y la fauna. Disponíamos de espacios, baldíos, calles para jugar, andar, soñar, y hacer toda clase de travesuras., en especial tocar el timbre de las casas y salir corriendo.Como dije las calles eran adoquinadas y bien arboladas. Las casas en general bajas. . Fábricas emblemáticas y los clásicos comercios de barrio. Almacenes. panaderías, verdulerías, carnicerías. Estos negocios tenía particularidades que hoy no se encuentran. Desde su aspecto físico hasta su contenido y modalidades de venta. No existían los supermercados pero sí cadenas de almacenes como la GDA Grandes despensas argentinas, vinerías como La Superiora, carnicerías llamadas La Negra. Los negocios no eran tantos y estaban bien distribuidos. Por ejemplo las farmacia tenían por ley una distancia determinada entre una y otra para no competir en cercanía. No exisistía una sobreoferta de negocios como kioscos, panaderías, bares y locales de moda, que pululan en la ciudad, en el barrio y han transformado calles como la del Libertador en áreas comerciales desplazando al uso familiar. Por supuesto se vivía de otra manera mucho más tranquila sin las violencias, las inseguridades actuales.Salir a la vereda, charlar con el vecino, o sencillamente ver pasar a la gente o a los rodados que circulaban, era un hábito normal. Todos se conocían como sucede hoy en muchos pueblos del interior.En los almacenes se compraba suelto y lo adquirido se lo envolvía en el clásico papel de almacén, rematado por dos orejitas. Así como nombré a los carros recuerdo unos camiones con ruedas de goma maciza con trasmisión a cadena.Nosotros en el barrio teníamos un buen servicio de transporte público comparativamente superior al actual, con muchos menos habitantes. Me estoy refiriendo a las décadas del 30 y 40 porque la vigencia de la Corporación de Transportes produjo un serio deterioro en los servicios.Además del tranvía por Blandengues que terminaba en Monroe circulaban las líneas de colectivos 1 de estación Rivdavia a Plaza de Mayo pasando por Cabildo y Juramento, Chacarita.El 21 después omnibus de Rivadavia a Liniers. El 3 de Rivadavia al Congreso. El 29 de Olivos a Plaza de Mayo.El ómnibus 15 de Rivadavia a Pompeya, el ómnibus 67 de Tigre a Constitución. Además circulaba un colectivo sin número, con una cruz en su lugar que iba al Tiro Suizo, sin contar con los tranvías que pasaban por calles aledañas, la cantidad de ómnibus ,colectivos y tranvías que pasaban por Barrancas de Belgrano y el excelente servicio de trenes eléctricos,  como el de la ilustración.En algunas esquinas  la de Congreso y Blandengues, o Guanacache y Blandengues, mas en algunas del bajo, había unos puentes giratorios que en caso de anegamientos por lluvias o inundaciones, en forma manual se los unía para poder cruzar.También podían encontrarse en las veredas unas argollas para atar los caballos. El alumbrado era muy simple,colgante un farol a media cuadra y otro en cada esquina. Se los encendía al atardecer y se los apagaba a la salida del sol. Lo hacían unos empleados municipales vestidos de gris que recorrían las cuadras abriendo y cerrando unas tapitas metálicas que ocultaban la llave. Tarea silenciosa marcada por el golpe metálico de la tapa al cerrarla. En amaneceres de desvelos los identificaba por ese golpe seco que oía desde mi cama. En las evocaciones sobre la ciudad, rara vez he visto menciones sobre estos encendedores y apagadores de luz, en alguna forma descendientes de aquellos faroleros de la iluminación a gas o anteriores del período colonial. Ellos, como la gente de distintos oficios, vendedores ambulantes, etc, eran muy comunes en esa época.El tachero pregonaba la reparación de cacerolas y demás enseres a soldar- El lañador, reparador de loza y porcelanas. El afilador con aquellas ruedas de madera empujadas a mano, verdaderas máquinas de afilar, anunciándose con su clásica flauta.El barquillero llamándonos con el sonido de un triángulo y en su mágica ruleta los chicos jugábamos a sacarnos más barquillos con un golpe de suerte. El manisero  soplando su corneta de bronce, con una locomotora y una variada oferta de manzanitas, pochoclos y maníes, otros con un horno chimenea colgada a sus espaldas entregándonos un cucurucho de papel de diario. El pirulinero se hacía notar con su silbato y ocasionales organilleros con su misterio encarnado en una cotorra aventurando nuestro futuro y nuestra suerte en aureola de música machacona, algo monocorde. El heladero en triciclo o carrito manual, los más populares el Laponia de Saint o el Smak de Noel. El panadero en general con carro y caballo, otros en triciclo. Algunos respondían a grandes firmas como una llamadaTanoira. El lechero , estaban los que la vendían suelta, más barata y otras firmas muy conocidas como La Martona, Santa Brígida, La Vascongada, Estancias Tatay, que repartían lácteos y derivados a domicilio. El lechero tenía un caballo amaestrado y hacía su recorrido arrancando y parando a la voz de su amo, quien medía la leche con un jarro metálico que sacaba de los tarros.El tren la traía de las afueras de la capital y en Belgrano cerca del mediodía  paraba en un playón o patio de lecheros que existía lindero a la vía principal entre Olazabal y Mendoza, hoy baldío y promesa de espacio verde. Se podría afirmar que cada actividad o necesidad tenía su exponente callejero. Vendedores de ajos, gallinas, pavos, pescados, chinelas,leche recién ordeñada, el turco  con su mercería al hombro, vajillas, canastos, sillas y demás en los carros de los mimbreros, vendedores de escobas y plumeros, trapos de piso, verduleros, fruteros, hieleros para las heladeras de hielo, casi no existían las eléctricas o para hacer los helados caseros en unas máquinas a manija en forma de barril. Más los servicios, barrenderos, basureros en carros de madera tirados por caballos. Cobradores de la luz, gas, teléfono, cuentas varias. Deshollinadores en bicicleta o motos, vestidos de frac y galera, elegantes personajes del tizne y el hollín, con halo de misterio y proeza al imaginarlos en aquellas altísmimas chimeneas.El cloaquero o desinfectador que por un abono, aparecía en las casas con un balde de bronce y todos los elementos necesarios para desinfectar sumideros, baños, desengrasar los depósitos de las piletas de las cocinas.Y los canillitas bautizados así por Florencio Sanchez. Canilla o canillita, los niños desnutridos de magros tobillos. De allí su nombre voceando por la mañana La Prensa, La Nación, El Mundo, un efímero El Sol entre otros, y  Crítica, La Razón, Noticias Gráficas por la tarde y noche en ediciones 4º,5º y 6º con tapas rosadas, blancas y verdecitas para distinguirlas. A esta pléyade de sevidores se agregaban los serenos, de recorrida nocturna y los vigilantes de la policía de a pie, a caballo o en bicicleta, que hacían sentir sus pitidos de ronda nocturnal o en automóviles Ford A azul oscuro. La tranquilidad y seguridad era tal que en la época que apareció la penicilina esta se daba cada 4 horas. Mi hermano y yo las inyectábamos y en un carnaval  tuvimos que dársela a una señora que vivía pegada al barrio de las latas. Vestidos de traje de verano  y corbata nos aventurábamos a pie de noche o madrugada a cumplir nuestra misión sin el menor temor. Jamás nos sucedió nada. El barrio tenía seguridad y tranquilidad. El cartero pasaba hasta dos veces por día a quien se sumaban los mensajeros entregando telegramas, encomiendas. El comercio de cualquier tipo hacía entregas a domicilio. Bazares, grandes tiendas, carniceros, almaceneros, como dije más panaderos, lecheros, carboneros con leña incluida, alimentos para aves de corral. Todo, absolutamente todo podía llegar a las casas. Soderos, repartidores de lavandina.Vinerías, queroseneros. Además existían las ferias municipales. Los puestos se instalaban en las calles en lugares y días fijos, en nuestro barrio en Blanco Encalada, después del entubamiento del arroyo Vega, cuyas obras recuerdo vagamente, entre Blandengues y Arribeños o 3 de febrero, no estoy seguro.Frutas, carnes,quesos pescados,verduras,pan,mercadería, ropas, golosina, bazar, menaje, limpieza,etc. Se instalaban temprano a la mañana, se cortaba el tránsito y se levantaban los puestos pasado el medio día. Si uno reflexiona y se atiene a esta descripción la vida en la ciudad, en los barrios era más tranquila, bastante facilitada. Claro que mis recuerdos nacen de la visión de un hijo de familia más que acomodada, insertada en un barrio más o menos modesto,predominantemente de trabajadores inmigrantes  volcados a grandes fábricas. Nosotros vivíamos en una bella casa con muy buen nivel de vida de manera que yo enmarco y sitúo mis sensaciones recuerdos desde una óptica diferente. Quizá veía así los servicios que conté como algo generalizado y normal, cuando en realidad en esas casas vecinas no se hacían los pedidos por teléfono, ni tendrían todos los días por la mañana botelllas de leche pasteurizada, o manteca o huevos, o La Prensa y el Mundo por la mañana y Crítica por la tarde. Los pedidos de las grandes tiendas, o el bazar Dumanjó que nos llevaba cajas de cápsulas de gas para hacer soda en unos sifones ingleses con malla metálica protectora marca Sparklets. Y no sigo relatando ni enumerando un listado de aparentes o posibles privilegios. Como dije no pertenecíamos a una clase alta,éramos descendientes de inmigrantes italianos en buena posición. Sin los hábitos o las ideas de esas clases. Por eso mi visión no está distorsionada sino que expresa una realidad diferente de quien hoy, vecino de aquella época, difiera totalmente en la apreciación de lo señalado.

Chau y hasta la próxima con la 2º parte.

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