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"Dios me puso en tu pagina como un tábano sobre un noble caballo para picarlo y tenerlo despierto" (algo de Sócrates).

miércoles, 18 de enero de 2012

Nº 487. Mi barrio 2º y última parte.

Montañeses inundadoEl río llegando dentro de mi casa

Refiriéndome a algunos aspectos físicos del barrio recuerdo en particular a la calle Blandengues cuando le fué reemplazado el adoquinado y quitado el boulevard arbolado que estaba desde Monroe hasta la hoy Gral Paz, que aún no existía. A esta la ví hacer y con mi padre la recorrí en bicicleta hasta Liniers, sorteando obstáculos por la ejecución de su traza. Decía Blandengues era una avenida, desde Monroe a Udaondo bordeada del lado del hipódromo por un alambrado conteniendo una fila de eucaliptus. Más adentro, los restos de la antigua pista de arena, donde recuerdo haber visto correr automóviles. Aquellos abiertos, sin capota en forma de torpedo y ruedas de auxilio a los costados o atrás apiladas. Me contó mi padre que allá por el 28 o 29 , la casa la había inaugurado a fines del 27, hubo sobre el hipódromo una fiesta aérea con paracaidista incluido. Uno, italiano, erró el salto y cayó en la puerta de casa. Hay que tener en cuenta que Belgrano era uno de los lugares predilectos de los pioneros del aire. En la plaza Alberti funcionó una estación de globos. En Villa Ombúes, hoy embajada de Alemania, levantó vuelo el perdido Pampero. Volviendo a las carreras de automóviles una vez se largó en una noche de verano un gran premio. Sigo hablando de la década del 30, los autos pasaban  por Montañeses. Venían por Vértiz hasta el paso a nivel de La Pampa y de allí derecho al norte. Los vecinos, incluidos nosotros los chicos sentados en sillas y banquitos, cerca del cordón de la vereda, los veíamos pasar. Un corredor llamado Santos, (más tarde correría  la Buenos Aires Caracas), mecánico de automóviles y los camiones de la empresa de mi padre, lo hizo lentamente para saludarnos.Ya en la época de los grandes premios de los Galvez, Fangio, Marcilla, Marimón, etc, pasaban en plena carrera, velozmente lanzados por Figueroa Alcorta, Udaondo, Blandengues hacia el norte, piloteando sus famosas cupecitas.

Vuelvo a Blandengues y yo, de la mano de mi abuelo, fascinado por la aplanadora, pequeña locomotora a vapor que iba y venía alisando el asfalto con su enorme rodillo delantero y sus anchas ruedas traseras,su caldera alimentada con leña de quebracho.

Nombré repetidas veces al hipódromo. En él, o lo que quedaba, jugábamos, corríamos vacas. En la esquina de Congreso y Blandengues había un bello chalet de madera, importado de Europa, rematado con un mirador y una veleta. Esa casa fué sustituída por un hermoso chalet señorial que conservaba la misma veleta. Hoy allí existe una torre de departamentos. La casa pertenecía a la familia Cardinale y yo conocí a una señora que junto con otras tomaba el té en el mirador mientras veían las carreras de caballos. Donde hoy está el Tiro Federal había un terraplén y luego una laguna donde en alguna oportunidad vi tropas haciendo maniobras. Yendo hacia el río se encontraba el balneario de Nuñez, con su playa tranquilas, sus aguas no contaminadas, sus pajonales y juncales, su resaca en las bajantes que se recogían para los jardines. El peligro del canal cercano, trampa mortal para los no avisados o malos nadadores. Se llegaba pasando por debajo de un  negro puente ferroviario de escasa altura. Era atrapante esperar el paso de los trenes por encima de nuestras cabezas. Había un amarradero del club náutico Bouchard y de otros clubes. Algunas instalaciones de recreos. Frente a lo que luego fué el club River Plate, por Figueroa Alcorta, donde está más o menos la estación Shell había un rancho. Pero no era un rancho de villa, sino gauchesco, como los de Molina Campos, aljibe incluído. En  él se llegó a filmar una película cuyo actor era Fernando Ochoa, recitador y paisano famoso. En esa película se estrenó el tango Nostalgias. Con la finalización y habilitación de Figueroa Alcorta y la urbanización del barrio parque el rancho desapareció. Comenzaba la construcción del estadio y recuerdo cuando se colocó la piedra fundamental. Asistí a su inauguración en 1938, con un partido jugado contra Peñarol de Montevideo. El estadio, al estar incompleto por la ausencia de la tribuna que da al río, durante muchos años se lo llamó la herradura monumental. Se tenía una amplia visión del río, del paso de los trenes y de la quema en el basural que continuaba allí rellenando desniveles. Cuando la brisa soplaba de ese lado nos envolvía con su hediondo humo. Toda esa zona, donde se encuentra el monumento a Güemes por un lado y a los caídos de la policía por el otro, hasta la calle La Pampa, estaba ocupado por un rosario de canchas de fútbol y quintas de verdura,muy por debajo del nivel de la avenida. A poco de  inaugurada la cancha se hizo una carrera de automóviles Fiat topolino  que hacía su presentación en el país. Les ponían un tanquecito especial con un litro de nafta y daban vueltas  por Figueroa Alcorta, Udanondo, Blandengues y Lidoro Quinteros, Quien recorría mayor distancia se llevaba el auto de regalo. Los conducían artistas del momento.

Vecino al club se edificó en Tiro Federal Argentino, sustituyendo así  al viejo edificio situado en los bosques de Palermo, por la zona de Dorrego. Era el antiguo una construcción marrón oscura estilo fortaleza con sus almenares y allí llegaba el colectivo que mencioné  y que  también iba al Tiro Suizo, situado en el Bajo Belgrano. River Plate le produjo al barrio un cambio notable cualitativa y cuantitativamente. Hubo un nuevo trazado de sus alrededores y Blandengues, antes o después sufrió nuevas modificaciones. A la altura de Udaondo se emplazó una rotonda donde hoy está el monumento al 4º centenario de la fundación de Bs.Aires, que obligaba al tránsito  a bordearla. A poco de inaugurada en una noche de verano un automóvil descapotable circulando a buena velocidad se la llevó por delante, volcó y se mataron varios de sus ocupantes. Inmediatamente se recubrió su cordón perimetral y de las plazoletas vecinas con un sobre cordón metálico con luz en su interior, tornándose de noche en perfectamente visible. Donde luego se edificó Geniol hoy escuelas Ort, en ese baldío había una gran silueta de un cocinero que en su mano sostenía una lata de aceite.

Concurríamos a una escuela, la Remedios Escalada de San Martín, sita en Blandengues y Guanacache, en ese tiempo mixta, pero algún funcionario trasnochado limitó la convivencia de niños y niñas, y los últimos años tuvimos que pasar a una escuela de varones, en nuestro caso a la Casto Munita, frente a la rotonda. El edificio de nuestra primera escuela  era la adaptación de un stud tan abundantes en el bajo Belgrano por la proximidad del hipódromo y el Argentino de Palermo. Era corriente ver pasar los pura sangre con sus mantas, paseados por los peones por las calles aledañas. Todo el ambiente de la zona además de fabril era burrera. La escuela aún existe, aunque fué edificada nuevamente y de aquellos tiempos conserva placas, bustos recordatorios y su bella campana que nos llamaba a recreo o nos anunciaba la salida. Cuando en un aniversario, ya viejo, concurrí a los festejos, el director me permitió tañirla, sonido que me llenó de emoción y recuerdos. Reemplazada  por el timbre, allí permanece colgada en su nuevo emplazamiento. Esa escuela tenía la forma de U  con dos entradas por Blandengues. La principal sobre Guanacache y la otra cerca de Monroe. Todas sus aulas, salones, secretarías, dirección, cocina, baños estaban en lugares que fueran boxes y dependencias para los caballos. Por una escalera se accedía a una construcción vivienda del portero. Una galería con patio y jardín central con el mástil para la bandera y un monumento recordatorio de doña Remedios Escalada, patrona de la escuela.

Naturalmente el barrio fué cambiando transformándose con otros sonidos, olores, colores, costumbres, gentes. El progreso hizo del viejo hipódromo nacional el Barrio Parque Gral Belgrano, mal llamado barrio River. Avenidas, pavimentos. Los aviones ocuparon un cielo surcado por aves, mangas de langostas, algún raro aeroplano portador de publicidad, autogiros llevando en su cola letreros o un tubo gigante de Geniol, porque los analgésicos se vendían en tubos. Algún globo y una vez esa maravilla llamada Graf Zepelín. Lo estoy viendo desde la terraza de mi casa cruzar bajito sobre los techos de las casas, sobre alguna chimenea de una fábrica, sobre el gasómetro, majestuoso, lento, plateado, silencioso a la distancia. Mis ojos infantiles deslumbrados se posaron  en unos signos pintados en su cola -timón. Rojo, un disco blanco y la svástica en negro. Quien imaginaría al verlos lo que  significarían pocos años después, emblema de una terrible tragedia en ciernes, la 2º guerra mundial.

Ese mismo rectángulo de cielo, enmarcado por las paredes del bello jardín de la casa, dibujados sobre el verde de las copas de los árboles, fué atravesado por escuadrillas que rendían honores al presidente Roosevelt, a Getulio Vargas, a la muerte de José F. Uriburu. O aquellos aviones que escribían en el cielo con humo o tiraban papelitos que los chicos deseábamos cayeran en nuestras manos. Descendían parpadeando reflejos, al principio agrupados para luego ir dispersándose impulsados por la brisa. Las máquinas voladoras no hacían en ese tiempo sus primeros pininos volando, pero sí eran causa de curiosidad y asombro. Hoy estamos habituados  a verlos volar sin conmovernos en lo más mínimo, viajamos en ellos. A veces  nos molestan como los helicópteros policiales que con su misión de vigilancia se clavan en el aire a la salida de los partidos de fútbol, hiriendo nuestros oídos con el ruido de sus aspas. Descendientes del autogiro inventado por el ingeniero español La Cierva. Nombré en algún momento a las mangas de langostas, con sus alas transparentes, posándose en nuestros árboles frutales y las plantas devorándose todo con rapidez asombrosa. Las atrapábamos a manotazos, llenábamos nuestros bolsillos con ellas, asustábamos a las nenas, les arrancábamos las patas posteriores. Con las horas esos bolsillos llenos de langostas se transformaban en un trapo asqueroso de color verde húmedo. Recuerdo haber visto a los quinteros de Belgrano y Saavedra haciendo ruido golpeando inútilmente latas para espantarlas. Ese cielo se oscureció una vez, se tornó gris sucio y una especie de neblina envolvió la ciudad, Eran las cenizas de un lejano volcán, como ha sucedido ahora pero con muchísima intensidad. Fué un  11 de abril de1932 del volcán chileno Quizapú perteneciente al grupo el Descabezado, cerca de Mendoza.Se barría  con escobillón el polvo y se lo juntaba para ser usado en la limpieza de cacerolas y demás utensilios. Extraño pul-oil caído del cielo curiosamente nacido de las entrañas de la tierra.

La perspectiva que nuestros ojos abarcaban en la ciudad algo chata nos permitía visualizar desde una terraza era amplia, donde fecuentemente subíamos a remontar en temporada de barriletes, porque ellos aparecían poblando los cielos en tiempos simultáneos con la primavera, más allá de alguno solitario que se atrevía a volar en soledad en cualquier tiempo, sin ese acompañamiento numeroso, obra de chicos y más chicos poseídos por el afán de remontarlos, rivalizar en belleza, tamaño, modelo, largo de flecos, colores, majestuosidad. Algunos pillos ataban hojitas de afeitar en la cola con la intención de cortar hilos y derribarlos. El barrilete fué siempre un juguete mágico. Construirlos, darle la forma deseada, tarascas, bombas, estrellas...

Remontarlos, enviarles cartas, hacerlos saludar, dominar sus coleadas, era un adorno del espacio que los chicos y no tan chicos prendían cual escarapela en el pecho celeste del cielo..

Pero decía del paisaje visible desde relativa poca altura donde las siluetas edilicias recortaban sus perfiles, algunos más prominentes  que otros, hoy imposible de divisarlos sumergidos entre tanta torre moderna. Desde mi casa veía la cúpula de la redonda, esa iglesia de la Inmaculada Concepción que cuando la construían llamara la atención de Sarmiento en una de sus pasadas por Belgrano. Se escuchaban sus campanadas. Pero en el horizonte se destacaba el gasómetro, situado en Arribeños entre Monroe y Blanco Encalada, con más precisión entre el Pasaje Munich y B.Encalada, Su estructura conteniendo al tanque plateado era una figura destacada del paisaje barrial. Días que el tanque estaba bien alto, días cuando estaba muy bajo, con poco gas. Porque el gasómetro no era un tanque fijo sino flotante, sobre el mismo gas con rieles y ruedas apoyadas en la estructura de contención. Estoy hablando del gas proveniente del carbón de piedra, de la hulla y no del gas natural que consumimos actualmente. El carbón llegaba principalmente de Inglaterra, dueña de la Compañía Primitiva de Gas, cuyo servicio abarcaba la ciudad. Tenían unos vehículos color rojo y sus técnicos circulaban en unas motocicletas con  sidecar.

He contado, más bien dado gruesas pinceladas sobre la vida, fisonomía, hábitos de la época e insinué que mi visión provenía de un tipo de vida y de condición social desvinculada en parte de la realidad circundante. Salpicada de fábricas, algunas de ellas en su tiempo famosas, como la de las zapatillas Langosta, cuyo cartel luminoso veíamos de noche desde casa y consistía en una madre que le pegaba en las nalgas con una zapatilla y le dejaba la marca impresa la marca Langosta. O como dije la de Campomar en la manzana de Blandengues, Olazabal, Montañeses y Blanco Encalada. Su proveduría es hoy el Instituto Cardiovascular, y donde estaba la fábrica hoy funciona el Instituto Fleni además de importantes casas de departamentos. Las fábricas tenían altas y hermosas chimeneas de ladrillos rematadas con un pararrayos que en las noches de tormenta nos mostraban sus juegos eléctricos caídos del cielo. Como dije las fábricas condicionaban la vida del barrio. Existía de ellas toda una dependencia social y económica. Imponían ritmos, horarios, costumbres. El transitar murmurado, a veces con palabras de acento extranjero, de obreros que iban y venían, muchos de ellos vestidos  con guardapolvos grises. Con independencia de nuestra  condición  los chicos concurríamos a escuelas públicas, donde sin ningún tipo de diferencias o privilegios confraternizábamos y aprendíamos con ese maravilloso sistema educativo que cimentó la ley 1420. Nuestros guardapolvos blancos adornados los varones con un poético moño azul y las nenas cual mariposa blanca o celeste posada sobre sus cabezas, un moño de organdí, obligatorio para las fiestas patrias, acentuaba esa igualdad impidiendo que la ropa nos diferenciara. Ya que me refiero a la escuela diré que una mañana otoñal y gris de 1940, antes de ir al colegio me dirigí a una panadería de Congreso y Montañeses, pero no pude llegar. Una onda de agua marrón avanzaba rápidamente por Montañeses. La famosa crecida, una de las más importantes del siglo XX. Claro que el río como ya lo conté estaba más cerca que hoy, pero doy algunos datos ilustrativos.  Barrio Parque tenía una sola casa, además creo de la Iglesia  Santiago Apóstol, casa  que en las fotos de la época aparecía como plantada en el medio del agua. La única calle asfaltada era Quinteros con su actual boulevard. La traza definitiva del barrio y su pavimentación fué hecha en los tiempos de los primeros juegos deportivos panamericanos, alrededor del 50 y pico. Volviendo al agua, en Quesada y Blandengues llegó a dos metros de altura. El río llegó hasta la calle Arribeños. En mi casa de Montañeses veíamos pasar flotando objetos y cosas que toda indundación arrastra. Es un recuerdo indeleble de un azote natural.

CONCLUSIÓN. ¿qué mas?.  Yo podría seguir largo rato contando hechos, historias de esos hechos, anécdotas. Podría repasar cuadra por cuadra. Llevo 83 años  aquí. Retroceder en el tiempo hasta que mis recuerdos se agoten, y  como nací en el 28 puedo retroceder bastante, por ese largo camino que recorrí en el siglo XX . Sumar personas, lugares , detalles. Eso sí, sin darles el menor sentido histórico. No ha sido mi propósito encarar el relato por ahí. Si se pretende historia, documentación, información basta recurrir a la bibliografía disponible, en especial el Buenos Aires nos cuenta, y las específicas referidas al Bajo Belgrano,nº 11 y 12. En ellas encontrarán fundamentación, ilustraciones, trabajo serio y porqué no bastante nostálgico. Esto, avispado lector, tiene otro sentido. Lo cuenta, no un investigador minucioso sino un testigo, quizá algo privilegiado por la infancia que le tocó en suerte y por poder recordarlo sin grandes baches o lagunas que azotan las mentes de muchos ancianos.  Hubiera sido difícil, no teniendo la habilidad suficiente, buen manejo de la pluma y en pocas páginas traducir el clima, el ambiente de esos tiempos. El sonido de las bandadas de teros, el canto de las urracas, el ladrido de los perros, las serenatas ocasionales de algún enamorado, o el sonido de algún bandoneón. El olor a bosta en las calles. Como eran los días, como comíamos, vestíamos, nuestros juegos. Los programas de radio, como eran esos aparatos , como evolucionaron, etc,etc. Pero esto, con matices sucedía en todos los barrios y desvirtuaría el objetivo primordial de contar lo que quise contar. Y eso, palabras más, palabras menos, ya lo conté.

Chau y hasta la próxima.

3 comentarios:

David dijo...

Me llama mucho la atención la historia de los barrios. Pensar en barrios que hoy son sumamente transitados imaginarme que años atrás eran barrios tranquilos con calles de piedra o de tierra me cuesta imaginar. Tengo distintos departamentos en alquiler en
belgrano
y contemplar cabildo y Monroe como unas calles tranquilas no entra en mi mente me gustaría ver la historia de otros barrios tambien

Unknown dijo...

¡Qué lindo todo lo escrito! Lo felicito. A mí me interesa, porque vivo hace unos años por la zona, y ahora particularmente en estas cuadras que Ud. describe. Me hizo viajar hacia un tiempo en el que aún no había nacido. Sin embargo, en algún lugar, en alguna dimensión allí están todas esas cosas, esos seres, esos días, sustentando todo lo que hoy puedo ver. Lo felicito, y muchas gracias.
Patricia C.

Anónimo dijo...

Lo felicito Don Gargiulo su relato ameno y rico en conocimientos nos congratula a los que nos interesa el pasado de las cosas. En el barrio Pque. Gral. Belgrano ud. comenta que para 1936 las arterias Centenario, Rio de la Plata y Quinteros ya estaban construidas y ello se debia, acoto, al diagrama del Ing. Forfestier que diagramo el barrio parque para fines del 20. El ideologo, D. Vicente Casullo y el Ing. Forestier fallecieron antes de 1930. Quedo el diagrama del barrio presentado en la Municipalidad y el espacio cedido a la curia metropolitana para la erección de una iglesia. El 31 de diciembre de 1932 fue eregida parroquia y que solitaria en un barrio despoblado quedo solo como hito fundacional.Un abrazo y disculpas por el agregado a tan ilustre vecino.