Nº 773 Las estrellas.

"Ellas y yo parpadeamos nuestras señales"

Me despierto en la madrugada, no sé que hora es.Parte de la noche ha transcurrido como siempre.Abro los ojos en plena penumbra y como diría M Proust miro el caleidoscopio de la oscuridad.Me sorprende en posición boca arriba, intento distinguir el cielo raso  blanco, ahora oscuro.Imagino un cielo cubierto de estrellas. Soy un niño acostado sobre el pasto del jardín de mi casa.Noche de verano.Inmóvil me ocupo de ver un cielo cubierto de estrellas. Miríadas. No puedo imaginar, no se me ocurre saber que existe un tiempo que va deslizándose inadvertidamente bajo  mi espalda, alrededor de todo mi cuerpo. Cuerpo que en forma imperceptible se va estirando, crece en destino a mayor tamaño y edad.Toda mi atención  está dirigida al cielo azul, casi negro.A las infinitas estrellas, su parpadeo, la sorpresa de alguna fugaz.En ese momento desconozco estar viendo luces vivas de cuerpos muertos, ya no  irradiantes, pero cuya luz nos sigue llegando.He visto muchos cielos espléndidos, hermosos, misteriosos.Alguna lluvia de estrellas, pero ninguno como ese de mi infancia.Intentaba descifrar o imaginar figuras compuestas por la posición de las estrellas. Sobre todo para mi se destacaban las Tres Marías.Sentía por ellas una atracción especial.Un amor platónico que luego se transformará en verdadero cuando apareció en mi vida una cuarta María, mi María Julia, el amor de mi vida.Ignorante del destino que me aguardaba seguí gozando de esas noches de verano, con mi cabecita pensando en el cielo, las estrellas. Mientras, la humedad del pasto me iba trayendo  a mi realidad, la propia de cualquier chico de vacaciones.Dispuesto a levantarme, a despertar de esas evocaciones.Venían, sin suscitar en mi la menor aprensión algunos sapos saltando en su diaria cacería alimentaria.

Chau y hasta la próxima.