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"Dios me puso en tu pagina como un tábano sobre un noble caballo para picarlo y tenerlo despierto" (algo de Sócrates).

sábado, 4 de octubre de 2008

143 La decadencia


Una vez en Ufa conté la hisoria de Catalina la chica. Esta otra Catalina,o como quieras llamarla siguió el mismo camino, parecido inicio, similar trayectoria. Análoga suerte. Les rige un denominador común. Ser prostituta no significa caminar paso a paso iguales situaciones, lugares. Pero sí tienen coincidencias significativas. El oficio, ciertos códigos, métodos de trabajo y explotación. También existe una relación directa entre el "éxito", la juventud y el desplome físico. No interesa si fué la reina del tango, de la noche, del burdel, por qué manos pasó. Cual su ascenso y cual su descenso. Si la caída fué más o menos rápida. Cuanta mella hizo el alcohol, la droga, las enfermedades, los vicios, la mala vida.
En esta pequeñísima historia hablaré de ella ya caída, ajada, deambulando en la búsqueda de clientes, a su escaso o nulo éxito. En degradarse cada vez más por menos. Leí que en la antigüedad las prostitutas viejas se frotaban la cara con estiércol de cocodrilo. Producía un efímero rejuvenecimiento que desaparecía con la transpiración. Su disposición a lo muy ocasional, a cualquier cosa con tal de seguir en la huella, de obtener o conseguir algo, de sobrevivir. Pero claro, también a medida que es el fracaso el dominante, la desesperación lleva al abandono de los últimos girones de humanidad. El machacar en su mente negros pensamientos. El dirigir en la noche brumosa su mirada al puente que cruza el hediondo río. Y volver a pensar. A repasar el vergonzoso pasado. El ayer nomás. En las miasmas que poblaron su existencia. En el agotamiento físico, el cansancio, la simulación, el falso placer, la falsa alegría en pleno éxito. Cuando su carne era reclamada, comprada, usada en largas y agotadoras noches de clientes esperando turnos por ella, la mejor. Todo quedó atrás. Como un sueño, como una horrible pesadilla, incomparable con su presente de nada, de supervivencia a base de asco, limosna, el hurto furtivo, el cualquier cosa. Y el puente llamándola. Puente al paraíso, comparado con el infierno donde está parada, donde se supone aún está viviendo. Pensando angustiada, sin saber ni tener ya donde ir. Arranca, camina cual posesa, cual sonámbula. Mira hipnotizada la estructura de ese puente de hierro negro que recorta su silueta entre la bruma mezclada con las luces mortecinas de la calle, de la ciudad. Pisa los húmedos y brillantes adoquines que parecen deslizarse bajo sus pies arrastrados, como negados a andar, a llevarla a ese destino que ella ha elegido. Se niegan a trasportarla hacia allí. Pero ella se impone sobre esos pies acariciados, adorados, reverenciados cuando los descubría en promesa ascendente hasta entregarlo todo. Ahora instrumentos negados a llevarla hacia un fin.
Empecinada siguió su penosa marcha con la vista, el pensamiento, lo que quedaba de su decadencia, su cuerpo marchito puesto en ese puente. Y así en plena noche, en esa dirección magnética y trágica, caminó, caminó, caminó.

Chau y hasta la próxima


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