Aparece los miércoles y los sábados

"Dios me puso en tu pagina como un tábano sobre un noble caballo para picarlo y tenerlo despierto" (algo de Sócrates).

sábado, 20 de noviembre de 2010

364 Dios.

 IIlustración Juanca Gargiulo

Fué algo imperceptible, pero al mismo tiempo lógico , natural. Acariciaba esa mano en cualquier momento. Pasaba sus dedos entre esos dedos rígidos, a veces fríos, a veces tibios que apuntaban al cielo. Mano figura; mano compañera; mano amiga. Presencia de amor en medio de tanta soledad. Fruto de su talentosa creación. Ultimo parto.
Con laboriosa paciencia armó la estructura de alambre. Esqueleto metálico, silueta fantasmal de nervaduras rígidas y espiraladas, fijas en una base de madera, a la espera de la arcilla -carne. Barro- Adán para formar una parte, síntesis de un todo.
Plasmó esa mano con su ser. Volcó en ella su alma. Horas, días,vida, empeñadas es esa creación. Atrás, en el pasado, horas, días, vida para la supervivencia y el aprendizaje.
Por momentos mejor olvidar. Por momentos mejor no recordar. Por momentos todo lo contrario. No olvidar. Recordar...
Esfuerzos, soledad, lágrimas, creación. Quizá nunca tuvo conciencia de su privilegio. Seguramente sí, siempre tuvo conciencia de sus sufrimientos. Atesoró la llama inextinguible de su talento. La protegió de todas las tormentas con trabajo y dolor. Casi sin darse cuenta. Creó, creó lo inimaginable para llegar a esa mano símbolo. Por fin no más soledad.
De sus dedos hábiles nacieron esos otros dedos viriles, delicados, fuertes, frágiles, sólidos, etéreos. Mano de concertista; de obrero;de poeta; de hombre. Abierta como un abanico sin tela. Y en su palma, donde se dibujan las líneas de la vida y de la muerte, del amor y la fortuna, colocó un ojo. Grande. De mirar profundo, intenso, único. Severo, tierno. Cargado de amor. Ya no más regresar a casa sin encontrar a nadie. Adiós a los monólogos interiores al vacío. Final de un presente sin caricias. Las horas del empleo eternas. Las ansias de regresar, de tocar con sus manos, su mano,cada vez más urgentes, Y sondeaba en la profundidad de esa pupila todas sus incógnitas.
Comenzó a recibir respuestas. Con su tacto recorrió esas formas conocidas hasta el cansancio y el infinito. El roce con la superficie, cada vez más suave, La arcilla cada vez más piel.
Fué algo imperceptible, pero al mismo tiempo lógico y natural. Sus yemas notaron desniveles en las puntas de esos dedos abiertos al cielo. Las uñas más largas. La mano adquirió tibieza, circulación.
Comprendió el mensaje. Sintió su alma plena de misticismo. De rebosante felicidad.
Se sentó en el suelo, frente a esa, su mano altar. Con los pies recogidos, los brazos cruzados sobre el pecho, la cara dirigida hacia el cielo raso. Y allí se quedó. Inmóvil, inmóvil, mientras el ojo la miraba, la miraba, la miraba.


Chau y hasta la próxima.

NOTA: dedico esta entrada  a mi prima y artista Zulema Aschero, inspiradora de este cuento . Me he enterado que hace un cierto tiempo ha muerto.

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