Aparece los miércoles y los sábados

"Dios me puso en tu pagina como un tábano sobre un noble caballo para picarlo y tenerlo despierto" (algo de Sócrates).

sábado, 5 de febrero de 2011

387 Celeste.

 

Voz de sonido muy dulce.Color de cielo. Nombre de mujer. Suave murmullo de corazón tierno.Celeste. ¿ Por qué?. ¿Porqué unir en la evocación ese color extendido sobre la vida y un manto virginal?. Por qué pronunciar mágicamente celeste y un mundo de pájaros, hombres, espíritus invaden mi alma para susurrarme una sola palabra: felicidad. Sí porque siempre asocié ese color a la felicidad, o por lo menos a ciertos aspectos plenos de mi vida interior y física. Un mar y un cielo celestes con una brisa suave acariciándome la cara, me impulsan a respirar profundo, a gozar del sol, a sentirme feliz. Es muy difícil definir ese estado de felicidad, y aunque me resulte imposible determinarlo, hallar la causa. El enamoramiento, el amor también los asocié al celeste. ¡Bellas mujeres etéreas!. Rodeadas de aureolas.¡Celestes!. Celeste para vivir, para soñar, para amar. Porqué no, para morir.
Hay gustos y sensaciones inexplicables hacia los que uno se inclina. Hacia los que se siente atraído sin saberlo. Mas aún sin quererlo ni entenderlo. Como si el instinto y la irracionalidad se constituyeran en un impulso poderoso e irresistible que nos empujan, nos empujan hacia algo maravilloso, superior. Un algo llamado celeste. Y celeste es el cielo hacia donde dirigí siempre mis miradas, mi imaginación y mis sueños.Sueños como meta posible o imposible. Sueños que se repitieron hasta siempre al dormir. Porque volar como un pájaro fué más que una pretensión, una simple quimera, un absurdo o una realización onírica de mi subconsciente, un objetivo mío. Constituyó también una aspiración de la especie humana. Uno lleva consigo ciertos datos culturales que facilitan la realización mental de lo aparentemente irrealizable. Mover los brazos como alas, no es solamente un acto mitológico repetido intelectualmente, sino una acción intentada por el hombre a través del tiempo, de la historia. Y cuando pensamos como hacerlo no podemos evitar, entre otras cosas,la imagen de las alas creadas por Leonardo. Sin embargo mi imaginación simplificó aún más el proyecto. Ni peligrosas plumas pegadas  con
cera, ni complicados mecanismos imitativos de las aves. Lo mío, en este caso particular, mucho más modesto. El acto de mover los brazos y sentir los pies despegados del suelo. Luego la horizontalidad y el vuelo rasante. Ganar altura y planear.¡Volar! ¡Por fin el sueño logrado!.¡Por fin la libertad!. Oir en lo alto sonidos sin origen. Silencio. Zumbidos del aire. Trenecitos de juguete que lanzan volutas de humo precediendo lejanos silbidos. Tierra parcelada en pequeñas cuadrículas de verdes cambiantes. Meandros plateados de ríos inmóviles que se pierden en el horizonte. Matas de algodón suspendidas en el tiempo, como sembradas al azar. Nubes blancas. Todo en un fondo celeste, y como objetivo un punto en el espacio llamado FELICIDAD.
Allí quise ir mil veces. Allí no llegué nunca. Creí que jamás comprendería que no era ese el lugar anhelado hacia donde debía dirigirme, sino que el celeste que me rodeaba , la libertad de mis desplazamientos, la cotidianeidad de la vida, ese era, materializado, objetivizado el punto del horizonte que buscaba y trataba de alcanzar infructuosamente. Esta vez, contradiciendo en forma tan elemental que tenía de volar, me muní de un par de alas, como las diseñadas por Leonardo da Vinci y no precisamente en un día luminoso de sol, cielo y mar celestes, sino en un atardecer tormentoso, oscuro, de verano, ante los ojos asombrados de familiares y amigos, agité las alas en momentos que se desataba una fuerte lluvia, acompañada de truenos y relámpagos. Remonté vuelo.
Dí un par de vueltas por encima de las casas. Sus tejados convertidos en piso rojizo, irregular, abrillantado por un agua comprimida en canaletas. Transformada en voz de gárgolas. Ensayé algunas acrobacias y planeos para familiarizarme con las alas y sin despedirme como huyendo de mí mismo, me dirigí resueltamente hacia esas nubes negras, amenazantes, siniestras. ¡Pero qué subyugantes!. ¡Qué poderoso su influjo!. ¡Qué atracción la suya!. Irresistible. Allá voy, me dije y sin hesitar encaré resueltamente el intento, más que intento, el deseo de sumergirme en esa oscura masa relampagueante. Una extraña sensación dominó mi espíritu. Me parecía que su proximidad espesaba el aire. Que estaba a punto de zambullirme en un ámbito denso, diferente, compacto, misterioso. Para mi sorpresa atravesé las nubes casi indemne, y encontré más allá de ellas un cielo luminoso, diáfano, celeste. Pero perdí las alas. No alcancé a darme cuenta por qué motivo las extravié. En todo sueño suceden cosas inexplicables. Aún así seguí volando con un suave agitar de brazos. Como lo había soñado otras veces o quizá  lo había hecho en otras realidades. Lo cierto  e irrefutable consistía en mi andar de ave, en mi indescriptible sensación de libertad. Busqué una vez más ese punto en el espacio llamado felicidad, y emprendí vuelo hacia él. En mi viaje viví experiencias conmovedoras y sorprendentes. Divisé un conjunto de nubes pequeñas. Estaban allí compactas, casi inmóviles, pero variando de formas constantemente. Interponiéndose entre la felicidad y yo. ¿Era realmente una interposición?. ¿O una superposición?.¿No formaban acaso parte de ese punto tomadas en perspectiva?. Por momentos  al cambiar de aspecto parecían flores, pájaros, mujeres...
Con sorpresa al acercarme, descubrí escondido detrás de ellas un globo. Uno de esos viejos aeróstatos multicolores, con su canastilla intacta que aparentemente vagaba perdido por el cielo. Cuerpo de gajos celestes y blancos, envuelto en una red terminada en barquilla de mimbre. Pendientes de ella lastres corporizados en bolsas de arena; cuerdas y un ancla oscilante. Péndulo eterno de tiempo transcurrido. Navío a la deriva flotando en un mar etéreo e infinito. Portador de ilusiones y quimeras ignoradas. Intenté abordarlo pensando continuar mi viaje en él. Semejaba una animal arisco que uno intenta domesticar. Arisco pero que recela y desea al mismo tiempo el contacto con otro ser. Retrocede cuando uno estira la mano, pero no se aleja  lo suficiente para dar por finalizada la incipiente  y probable relación. Son los primeros escarceos de la amistad. Algo similar me sucedió con el globo. Después de varios intentos conseguí ese primer y clave contacto. Lo siguiente fué una novedosa y alegre entrega mutuas. Me instalé en la barquilla y atrás quedaron las nubes imágenes. Nuevamente ante mis ojos divisaba con toda claridad la meta. Siempre a la misma distancia. Siempre en el mismo lugar.¿O más cerca?. Creí comprender que se alejaba o acercaba según mi estado anímico, mi humor, mis sentimientos. El haber hallado un amigo, el comienzo de una nueva emoción lo acercaron considerablemente. Viví un período de pequeños milagros.¿Sed?. Una micro tormenta provocada por un ángel me proveía del agua necesaria. ¿Hambre? ¿Se tiene hambre cuando se es feliz?. Sin embargo un grupo de querubines y serafines me alcanzaba lo imprescindible. Pero además, a través de mi aventura pude desentrañar un misterio. Los científicos siempre dieron una explicación sobre el color del cielo. Yo descubrí una causa más poética. ¿Alguna vez se han preguntado donde van a morir los pájaros?. Pues aquellos que mueren de muerte natural, que no son víctimas de la agresividad humana, del disparo de un cazador, en el momento que presienten su fin, emprenden vuelo hacia las alturas y en lugar determinado, lo he visto, penetran en la atmósfera y se diluyen transformándose en una masa de celeste intenso. Celeste que luego se extiende clarificándose. Lector, el color del cielo tiene su origen en los millones y millones de pájaros con distintos tonos de plumaje que allí concluyen su último vuelo,entregando generosamente su alegría de vivir, su canto y su belleza en una metamorfosis de denominador común. Plumas, vuelos, saltitos, gorjeos, cantos, su sangre roja... todo transformado en feliz celeste..¿Y en qué quedó mi viaje en globo y mi búsqueda de la felicidad?. Una mañana comprendí que el momento de la separación había llegado. Que debía despedirme del amigo. De allí en más continuaría por mis propios medios. Agitar nuevamente los brazos, convertirme en ave, imitándolas. Mi amigo el globo seguiría su camino, su destino. Ambos comprendimos que no siempre coinciden objetivos y sinos. Lo ví perderse en el horizonte. Su forma de pera invertida transformarse en un punto. Con su ancla meciéndose pendularmente. Marcando un nuevo tiempo, diferente. Esta vez mi objetivo en el espacio llamado felicidad se alejó notablemente. Continué, miré la tierra y desde lo alto ella también me resultó celeste, o parecía serlo. Los trencitos de juguete, sus volutas de humo. Los tejados rojizos. Las pequeñas cuadrículas verdes. Los meandros plateados. Los sonidos, los silencios. Todos envueltos en una aureola celeste. Los puntos de observación cambian la realidad y dan perspectivas o creencias diferentes.¿Y yo?. Bueno yo también presentí que se acercaba la hora del último vuelo. Celeste para vivir. Celeste para morir
Moví los brazos con desesperación. Para llegar a esa dimensión donde nacía el color. Para diluirme como un ave en él.
Disfruté extraordinariamente de mi libertad en el espacio. Mas pensé en la amistad, la nobleza de los sentimientos, la solidaridad, el amor, la vigencia necesaria de la libertad en la tierra.
No he vuelto a volar moviendo los brazos. Lo hago cotidianamente con la imaginación. Comprendí definitivamente que la felicidad es un don para ser compartido. A ella no se llega huyendo sino estrechando manos. Abrazando hermanos. Con los pies bien firmes en el suelo. En la Madre Tierra. Mantener el suficiente lirismo para emprender nuevos vuelos, en viajes con retorno. Desistí de mi propósito de disolverme en el aire. Sí, volví a la tierra. A compartir con mis hermanos nuestros deseos de de libertad, de justicia, de derecho a la vida. Y hoy, cuando miro el celeste del cielo; cuando lo veo surcado por bandadas de pajaritos, pienso con más convicción que nunca que nosotros, los humanos solos o en bandadas, tenemos que seguir luchando para que la tierra sea más celeste.


Chau y hasta la próxima


Nota:aquí finalizo la etiqueta Celeste y otros cuentos .

La ilustración es la tapa del libro.

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