Aparece los miércoles y los sábados

"Dios me puso en tu pagina como un tábano sobre un noble caballo para picarlo y tenerlo despierto" (algo de Sócrates).

sábado, 19 de marzo de 2011

399. Otoño.

P1110471 Foto Juanca Gargiulo

Esta vez descarté la idea, como en cada cambio de estación, referirme especialmente a ella. Lo haré ,si a través de un relato imaginario extraído de un supuesto diario íntimo  de un melancólico que dice así:

Marzo 21. Como crecieron los árboles que un día vimos plantar.

Cuando te encontré por casualidad me contaste que hacía pocos días que habías llegado de un país centroamericano para conocer Buenos Aires, de la que tanto te habían hablado. El flechazo fué instantáneo y nuestro amor y pasión florecieron con rapidez de vorágine. Un día te llevé a pasear por los bosques de Palermo. Tomamos un café en una confitería toda vidriada, trampa mortal para los pajaritos que en vuelo rasante chocaban contra los cristales barreras invisibles. Allí aunque ya te lo había comentado pudiste ver ejemplares de aves coloridas, en especial cardenales. Luego emprendimos marcha por el bosque y en un claro vimos a un conjunto de voluntarios plantando con entusiasmo retoños de distintas especies. Con baldes sacaban agua del lago para regarlos.

Lo  inevitable sucedió. Te  fuiste y nunca más tuve noticias tuyas. De esto han pasado más de veinte años y yo continué mi vida en soledad. Nunca pude reemplazarte. Salvo esporádicos y ocasionales romances. No formé familia. Esos árboles hoy crecidos, muy desarrollados, formaron un nuevo  bosquecito que con la presencia otoñal sus hojas, como la de todo el parque se van tiñendo de vivos y muy variados colores. Proponen la belleza estacional  en todo su esplendor. Los, aquellos árboles, testigos mudos del pasar del tiempo. El nuestro. Digo mal, no son ni han sido mudos. Ellos no solo se expresan por presencia sino por el murmullo de su follaje, el aire, el viento agitando sus hojas, elevan al espacio ese maravilloso sonido, ese canto que tanto nos seduce. Han crecido y mucho. De aquel recuerdo al hoy toda una bella y lógica transformación. Una pátina de años superpuestos y yo al pararme entre ellos me sentí uno más. Mis pasos dirigidos hacia el lugar fueron haciendo crujir las primeras hojas caídas que imprimen a los albores de la estación un hechizo especial. Recordé aquellos momentos juntos. Intenté reconstruir con memoria y sentimientos aquellos días. Se apoderó de mi una melancolía irrefrenable. No me atreví a juzgarme y juzgarte, la vida fué así. Solo atiné en pensamiento dirigido a contarte como crecieron esos árboles  que un día vimos plantar.

Fin de la página del diario.

Chau y hasta la próxima.

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