Aparece los miércoles y los sábados

"Dios me puso en tu pagina como un tábano sobre un noble caballo para picarlo y tenerlo despierto" (algo de Sócrates).

miércoles, 15 de junio de 2011

424. Mi escritorio.

 

"Ciertos objetos con su presencia y también con su ausencia nos hacen sentir vivos"

Es un mueble de madera oscura. Cajoneras a ambos lados con dos hileras chicas de cajones y uno grande al final. a derecha e izquierda. Estos dos últimos difíciles de abrir y peor de cerrar dado mis mermadas fuerzas. Un hueco -espacio en el medio donde coloco en forma descansada mis piernas. Por debajo de la mesa principal existen dos tablas retráctiles que juegan al extenderlas de mesas auxiliares. Sobre el escritorio un cristal cubre la mesa apresando fotos, recuerdos, textos varios, afectos, ejercicios para la memoria. Todo en parte oculto por una lámpara, un teléfono, papeles, portalápices y la computadora. Una radio, algún almanaque, pisapapeles y una bala chica de cañón que perteneció al barco de mi abuelo. Este escritorio llegó a mis manos como regalo de un viejo amigo mencionado en el relato sobre Pablo Neruda. Frente a este escritorio me siento para ver mi correo por internet, escribir mis ufa, darle al ordenador un uso racional, ni dependiente ni esclavizante, como ya lo sostuve en Límites. Es mi refugio, tiene un poder movilizante, es más, en un año de ostracismo en mi cuarto puedo volver a sentarme a escribir. Imaginar mis textos. Aprender cosas que mi ignorancia me niega. Nunca supuse cuando lo recibí desarmado hace años, luego de un arduo trabajo para reconstruirlo jugaría en el ocaso de mi vida un papel tan trascendente. Se me agolpan recuerdos, vivencias nacidas en su presencia, con su uso. Con ellos reaparece Proust y sus famosas magdalenas basada la historia en cierta forma en las creencias celtas fundadas en el papel que objetos y usos despertaban reviviendo antepasados, dándole un valor casi místico por su capacidad en despertar recuerdos amados, personas que en su momento supieron ser parte de nuestras vidas. Pero he leído recientemente un concepto totalmente opuesto al celta.

En cuentos medievales japoneses, transcribo en miscelánea respecto al Yin y al Yang, que después de un lapso de cien años los objetos del hogar al sufrir una metamorfosis y convertirse en  espíritus, vuelcan el maleficio en el corazón de los hombres; y es por eso la llaman Tsukumogami o Espíritu de la Degradación. La costumbre es que cada año antes que llegue la primavera se proceda a la expulsión de los objetos domésticos y se los arroje a la calle. Es ennoblecer la casa y es  para prevenir los desastres de las cosas antes que se cumpla un siglo y ellos se conviertan en el espíritu de la desgracia.

Como ves a mi pobre escritorio le quedan, si nos atenemos a lo enunciado dos caminos. Saber revivir en otras generaciones mi presencia,  uso, recuerdos, o ser arrojado a la calle en una primavera cualquiera. Seguro otras ignotas opciones puedan aguardarle.

Chau y hasta la próxima.

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