Aparece los miércoles y los sábados

"Dios me puso en tu pagina como un tábano sobre un noble caballo para picarlo y tenerlo despierto" (algo de Sócrates).

jueves, 3 de mayo de 2007

Cuentario: Edna Purviance

La conocí una noche de verano.¡Qué extraño!. Mientras evoco mi primer cita con Edna, se suman al recuerdo compases del tango Flores Negras. Sus notas imprimen a la remembranza un aire nostálgico del que ella no tendrá nada que ver. O quizás mucho. Flores Negras fueron sus párpados oscurecidos hasta la exageración, contrastando aún más, si cabía, con su tez blanca, su cabello rubio.
Acudió desaliñada, el cabello revuelto recogido en rodete mal hecho. Vestida pobremente, con un cierto negligé encantador. Los brazos desnudos. En el derecho, un leve tatuaje, vital para su destino. Me miró con esos ojos hermosos, profundos, tiernos. Su visión, la tibieza de la noche, cierto perfume a jazmín y a madreselva, hicieron el resto.
¿Cómo no iba a pasar del deslumbramiento al amor?.¿Cómo dominar los nacientes sentimientos?.Y además,¿porque hacerlo? Si todo era cuestión de dejarse envolver por ella, por su belleza, su aire candoroso, mi imaginación....
Y mientras daba rienda suelta a la fantasía, cuando aumentaban mis emociones, llegó él sin decir palabra alguna. Apenas medió un gesto suyo, suficiente para llevársela tomada del brazo, Hablándole luego al oído, conquistándola. Edna, etérea, se dejó convencer. Comprobé con tristeza, desolación, total impotencia, como se alejaban.
Quizá el aspecto del diminuto galán, su virtuosismo para tocar el violín con la mano izquierda, robaron su corazón. No pude competir con él.
Volvimos a encontrarnos en otra oportunidad, pero ella apenas cruzó una mirada conmigo. Yo la observaba absorto, extasiado. Muy ocupada, atendía a su madre descompuesta por los vaivenes del barco. La ví desembarcar; reaparecer al cabo de un tiempo triste, vestida de negro, sentada en un restaurante de pobre categoría, y salir nuevamente con él, para pederse detrás de una puerta oscura que se abrió para darles paso.
Desde ese momento, cegado por los celos, me propuse no ofrecerles tregua. Perseguirlos en todas sus aventuras. Meterme en sus vidas. Inútilmente. El siempre me vencía. Y a los otros. Los gitanos; los malhechores; los borrachos ;los vigilantes. A todos ellos derrotaba con gracia, melancolía y cierta pícara humanidad..¿Cómo luchar contra él?.¿Cómo conquistar el alma de ella?.Para estar a su lado me bebí a escondidas, mezclado entre señoras hipocondríacas jarros y jarros de aguas curativas. Traté de sorprenderla en la cocina mientras en el negocio del padre se desarrollaba el drama del asalto. O la comedia. Una vez más, él convertido en héroe, se quedó con Edna. Salvó las joyas, dominó al gigante asaltante, superó al dependiente rival y conquistó una vez más, su disputado corazón. Muchas veces intenté vanamente desentrañar el motivo de mis derrotas, en otras noches de verano, en otras citas. Repasé detenidamente cada detalle. Repetí cada escena, cada encuentro. Me detuve en la mirada de unos ojos que nunca repararon en mí, aunque ingenuamente creyera lo contrario .Pero en mis sentimientos se fué operando, sin darme cuenta, una transformación, un cambio. Comencé a admirarlo a él. A respetarlo. A disfrutar de cada gesto o pirueta suya. Mas no podía superar o aceptar esos finales en que siempre, indefectiblemente, se quedaba con ella. Para llevársela por esos largos caminos, casi sin horizonte.
Luego comprendí que jamás podría vencerlo. Porque el era el autor de los destinos. Movía las vidas, los personajes. Ordenaba que lo amaran. Que el malvado perdiera; el borracho se regenerara; que los gitanos corrieran detrás del carromato sin posibilidades de alcanzarlos; o que el pintor le hiciera un retrato con el brazo tatuado para una exposición donde la madre reconocería a la niña raptada. Y que yo nunca pudiera entrar en sus vidas. Me excluyó totalmente. Me ignoró al extremo que Edna jamás pudo enterase de mi existencia. ¡De cuanto la amaba!. A despecho de mis esfuerzos por llamar su atención. De mis pulcras rodillas fregadas casi hasta lastimarme. A pesar de mis zapatos bien lustrados, mi mejor pantalón corto, mi camisa planchada, mis orejas y cuello limpios, y mi pelo dominado con abundante fijador. Sin ningún remolino parado. Con mi mejor aspecto. Con el que acudía a cada cita. Jamás me permitió verla de otra forma que no fuera proyectada sobre el telón casero, plateado que el las noches de verano colgaban de un clavo en la pared del patio de casa del vecino. Bajo pérgola con parrales, jazmines y madreselvas. Acudió a cada cita en gris, negro y blanco tiza. No supe del color de sus ojos, ni el de su piel. Desconocí el timbre de su voz. Su perfume. Todo lo intuí,l o adiviné, lo imaginé.¿Como habrás sido realmente Edna Purviance?. Nunca, nunca pude saberlo. Te guardé en mi corazón infantil mucho tiempo. Y en unos carretes enlatados para proyectar en una máquina Pathé Baby.

Chau y hasta la próxima.

Nota: Edna Purviance fué una bella actriz, mujer de Chaplin, Protagonista de numerosísimas películas muda filmadas por él. Carlitos Vagabundo, inmigrante, dependiente , patinador, en las termas para solo citar algunas.

1 comentario:

Alfredo Moles dijo...

Mis más sinceras felicitaciones.