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"Dios me puso en tu pagina como un tábano sobre un noble caballo para picarlo y tenerlo despierto" (algo de Sócrates).

sábado, 2 de enero de 2010

273 El triciclo rojo


triciclo
"La nostalgia es la invención de un falso pasado" José E.Pacheco. escritor mexicano.


Y ahora llegarán los reyes y pienso es bueno evocarlos con un pasado infantil.
Creo fui un chico afortunado. Mi afirmación nace de los  recuerdos,de aquellos que me dicta la memoria, de la certeza que así fué. Es verdad también que al ejercitarla uno la va conformando a su paladar, moldeándola a placer. Suprime lo peor o lo desagradable, agranda, ensalza lo positivo. A pesar de esta consideración igual concluyo fui en lo referente al tema a comentar, un chico afortunado. No me faltaron además de un entorno familiar inolvidable comenzando por mis padres, juguetes . Más bien si puedo decir en abundancia para luego compartirlos o regalarlos a otros chicos que no tenían. De aquellos llamados rodantes los más destacados. Manomóvil, patines, autos a pedal, monopatines, bicicletas, un triciclo regalo de mi abuelo Juan Bautista. Era rojo, justo a mi medida. Me sentaba en él , mis pies en los pedales, mis dos manitos aferradas a sus empuñaduras de goma, y a cada rato mi dedo pulgar hacía sonar un brillante timbre cromado. No me faltaba espacio para andar. Un gran jardín con caminos sabiamente diseñados, un enorme patio y un corredor largo y ancho como para permitir el paso de esos grandes automóviles de la época, principios del 30. Yo emprendía mis recorridas por todos aquellos lugares sin salir a la vereda. Mi cabecita en mis desplazamientos iba imaginando viajes de límites imprecisos y escasa fantasía, porque a esa edad aún no había incorporado la información brindada por lecturas, historias y todo el material gráfico que aguardaba mis incursiones por el conocimiento, en ese momento ausente. Casi no sabía leer y mucho menos interpretar las famosas aventuras de la época, plataforma indispensable para hacer de mi triciclo un globo, un submarino, una nave pirata. Pedaleaba y pedaleaba casi con la irracionalidad de un animalito. El placer en transportarme, sentir en mis bracitos los desniveles del suelo; el trepidar de las gomas macizas al surcar baldosas acanaladas;hacer sonar la campanilla; un ir y venir. Hasta el portón de calle y allí pegar la vuelta en una curva cerrada que a veces, por error de cálculo me hacía raspar mi puñito derecho contra la pared y lastimarme. También logré asomarme al mundo exterior montado en él con vago recuerdo. Acompaño mi incursión por los terrenos del viejo hipódromo de Belgrano y visualizo en nubladas imágenes un terraplén defensa de la zona frente a las invasiones del Río de la Plata. En ese lugar una laguna y hoy el Tiro Federal Argentino. En otra oportunidad con mi abuelo para ver el asfaltado de la calle Blandengues. Asombrarme con la vista de la aplanadora a vapor. Aferrado a los manubrios de un triciclo que al regreso debí abandonar por largo tiempo pues la fiebre me consumía anunciando una escarlatina  y difteria arrasadoras. Mi triciclo con paciencia y esplendor me aguardó hasta que ya , milagrosamente curado me animé con mis flaquísimas piernitas a montarlo y volver a andar en vacilante y débil pedaleo.
Mi precioso triciclo rojo. Con los años quedó colgado, arrumbado en un galpón de la casa. Lo imaginé cabalgado por algún otro chico, quizá un sobrino. Sin su brillo, oxidado, opacados los rayos de sus ruedas, sin las tacitas cromadas. Gastadas las gomas de sus pedales, mudo, sin sonido. De un rojo polvoriento, sucio.No sabré jamás de su destino y su fin. Sí se que cuando comenzó la demolición de esa casa, contada en un Ufa llamada precisamente La demolición, caminé por ese corredor y en esa pared, donde en un nicho estaba empotrada la llave general del agua corriente, creí ver marcadas, cual surco indeleble las huellas de mi puñito raspado a causa de aquellas tozudas curvas ejecutadas  con total impericia. Calculé su escasa altura, dimensioné mi tamaño, se me estrujó el corazón.

Chau y hasta la próxima.

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