Aparece los miércoles y los sábados

"Dios me puso en tu pagina como un tábano sobre un noble caballo para picarlo y tenerlo despierto" (algo de Sócrates).

martes, 15 de mayo de 2012

Nº 521 La bala.

Allí está , como siempre descansando entre objetos varios sobre mi escritorio. Hace quizá demasiado tiempo que me acompaña desde mi infancia. Eso sí, cargada de incógnitas. Conocí, conozco su origen. Fué de mi abuelo, resabio de su vida marinera. Mas nunca supe del tipo de cañoncito capaz de dispararla que formaba parte de un armamento elemental de su navío.. Alrededor de ella floreció mi imaginación infantil atribuyéndole trayectorias dañinas, blancos elegidos y destrozados. De todas sus acciones salía indemne para retornar a mis manos. Sobrevive desde mediados del siglo XIX , va, seguro, camino de sobrepasarme. No quedará allí inmóvil, aguardando por momentos mis distraídas o rutinarias miradas. Sobre ella se posarán otras. También otras manos la tomarán. Aunque mis descendientes conocen su origen, la bala me extrañará. Sabe lo que sé de su historia. También conoce lo que no se. Guarda un secreto jamás develado. Esfinge indescifrable, orgullosa, sabiéndose objeto de curiosa observación.

Más de una vez estuve tentado en pegarle un martillazo en la culata con la ilusión de hacerla revivir, despertarla de su largo sueño. Supuse sería un intento vano, aunque tuve el temor de producir una catástrofe. Entre la curiosidad y el miedo, prevaleció este último, no excento de cierto escepticismo por lo que podría suceder..

Ahora la contemplo una vez más Me detengo en sus detalles. Su color plomizo acerado,porque es de puro hierro. La rodea una banda chata de bronce martelado y giratorio. La ilustración es muy demostrativa. Llamativamente a pesar de su tamaño es bastante pesada. En mi larga serie sobre la importancia de los objetos inanimados, esta, la bala, tan cercana a mis recuerdos y a mi presente,   adquiere una de los lugares más destacados. Invoco todo lo referente a ella. Escucho el estampido del cañón. La veo volar en trayectoria desconocida dentro de mi febril imaginación infantil. Pero sobre todo, lo más importante es levantar la vista del papel donde escribo estas líneas para posarla en ella, escruto en la pared de enfrente del escritorio y allí se encuentra el retrato del marinero, que me mira, me mira y me dice: Mi legado son los recuerdos que supe incluir en tu infancia. Mi cariño, mis anécdotas, mi vida, mi muerte. Mi nieto preferido. Estas pequeñas cosas materiales  son tuyas entre ellas la bala.

Por eso al verla, al mirar el retrato, oigo la  hermosa voz genovesa de mi inolvidable abuelo.

Chau y hasta la próxima.

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