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"Dios me puso en tu pagina como un tábano sobre un noble caballo para picarlo y tenerlo despierto" (algo de Sócrates).

miércoles, 30 de mayo de 2012

Nº525 Vi a Lenin.

 

lenin

Aunque cerré las etiquetas Ahora las personas, dije que si cuadraba volvería en cualquier momento sobre el tema. Pues bien, fué en 1983 cuando viajé invitado por un mes a la antigua URSS, con la ilusión de conocer el mundo socialista. Fué una experiencia única que no se me borrará jamás. Con sus pro y sus contra. Imbuído por una credulidad casi infantil, por momentos ingenua, por momentos muy crítica, donde las luces de alarma se encendían a cada rato en observación desapasionada, racional, mostrando las evidentes fallas de funcionamiento del sistema. Mas todo eso no empalidecía la admiración por los logros de la revolución, el hechizo que ejercía Moscú con su arquitectura, su historia, su gente. Luego la visita a Odessa, bellísima y heroica ciudad durante la guerra contra las hordas nazis. En un lejano UFA conté lo de la escalera que aparece en la película El acorazado Potenkim. También surqué las aguas del Mar Negro, y la impronta que dejó en mi memoria. La URSS se debatía en los finales de la guerra fría. Ya había nacido el movimiento de solidaridad en Polonia, como señal del incio del descalabro. Persistía una patológica obstinación trinfalista por asegurar la preeminencdia del campo socialista. En medio de esa agitada situación un día fuí invitado a visitar el mausoleo donde aún descansan los restos embalsamados de Lenin. Hice para entrar cola de los que no hacían cola y en absoluto silencio, respeto y recogimiento avancé hasta verlo en su sarcófago de cristal, muy bien iluminado,con piel de gran blancura, su clásica barbita y el pelo de rojo zanahoria. Afuera, como lo sigue haciendo, una guardia marcial completaba la escenografía.

El tiempo pasó y también sucedió lo que sucedió. En esa oportunidad, a pesar de las dudas abiertas por la coyuntura, la historia y las evidentes fallas de esa sociedad, salí cargado de una honda fortaleza emocional. Allí estaba ese gran revolucionario. Ese hombre que fué capaz de conmocionar al mundo, de aterrorizar al capitalismo, de motivar el seguimiento de millones y millones de personas de todo el mundo, dispuestos a llegar hasta la muerte por la causa.

Regresé a mi patria cargado de dudas sobre  un futuro negro para el proletariado, para los progresistas, para un mundo presa hoy de la mas salvaje crisis de esta era. Cuando veo aún por distintas circunstancias su figura, su imagen, algunas de sus estatuas, hasta las destruidas o desguazadas me invade una honda nostalgia, una profunda tristeza. No por mí, ya en el ocaso de mi vida empeñada en gran parte  en ayudar y acompañar el cambio, sino al pensar en el largo e incierto camino de sufrimiento que le aguarda a la humanidad para ser más humana.

Por lo menos me queda aquella experiencia  vivida, el cambio catastrófico que comprobé  en un segundo viaje acompañado por mi esposa, cuando todo se había derrumbado. El haber visto, a escasa distancia, la figura de uno de los hombres más importanfes del siglo  XX.

Chau y hasta la próxima.

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