Aparece los miércoles y los sábados

"Dios me puso en tu pagina como un tábano sobre un noble caballo para picarlo y tenerlo despierto" (algo de Sócrates).

sábado, 15 de agosto de 2015

Nº 864.El reloj de oro.


Mañana domingo 16 es el día de esa maravilla del género humano. Al día siguiente 17 el aniversario de la muerte de nuestro libertador el Gral José de San Martín. Abundarán los homenajes. Los niños ingenuos se permitieron y se pemiten bromear con la historia haciendo una pregunta indescifrable¿de qué color era el caballo blanco de San Martín?
Ahora derivo a lo personal.He contado  que estoy revisando papeles de tiempo atrás.Entre ellos encontré uno dedicado a la fecha que se festeja mañana.Me la dedicó mi hijo Juan Carlos cuando yo, atrapado  por la enfermedad neurológica auto inmune, llamada miastenia gravis, inicié la ruta del padecimiento. La transcribo tal cual:

Todos los días del niño de cada año, nos dejabas apretar el botoncito del cronómetro.Esperábamos pacientemente esos segundos de felicidad por única vez en el año viendo la aguja delgada consumir el tiempo en un barrido de la esfera del Omega. Hace muchos años, cuando todavía teníamos el quincho, y el gato Fenol hacía de las suyas en el vecindario, un día te pusiste a hacer una pared de panderete que remataste, casi bajo la lluvia, con un salpicret improvisado a golpe de escoba. Ese día te dije: papá cuando sea grande te voy a hacer un reloj de oro. No se porqué te lo dije, quizá pienso hoy, me invadía un sentimiento de admiración, por esas cosas que hacías, como la pared, o el patio de baldosas hechas una a una y puestas a fraguar sobre papel de diario. Me acuerdo que una vez puestas en su sitio, cerca del bombeador y alrededor del níspero, se podían leer algunos anuncios clasificados en el cemento del patio.

Los años fueron pasando y el ritual del día del niño se repetía. La promesa del reloj cayó en el olvido.
Hasta que el año pasado, mientras recuperabas el habla después de la crisis de la enfermedad, me contaste que estabas escribiendo mucho, que tenías cuadernillo y hojas escritas sobre infinidad de temas. Angustiado por la imposibilidad de hablar y comunicarte normalmente, retomaste tu asignatura pendiente. Y en eso se me ocurrió que tal torrente de escritos podía tener un canal fluido, ver la luz y compartir tu mundo y tus vivencias que dejabas por escrito. Así nació tu blog, así paralelamente recuperaste la vitalidad y la alegría, así pudiste aceptar lo que te había tocado vivir.
Y entonces me acordé del reloj de oro prometido. Papá-no pude hacerte ese reloj, pero en cambio te regalo mi tiempo.
 
Lo que no puedo expresar es la enorme emoción en que me encontré inmerso al volver a leerlo.
Perdón por mi inestabilidad emocional.
 
 

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