Aparece los miércoles y los sábados

"Dios me puso en tu pagina como un tábano sobre un noble caballo para picarlo y tenerlo despierto" (algo de Sócrates).

sábado, 29 de agosto de 2015

Nº 868. Un día de lluvia


Noche tormentosa.Los truenos y relámpagos quebraron mi sueño.Presté atención al ruido de la lluvia repetido, constante, intenso.Se motivó mi memoria.Aparecieron en la oscuridad interrumpida por los destellos, recuerdos de otros tiempos, de otras lluvias, en especial las caídas en la infancia.Aquellas que en circunstancias nocturnas despertaban en nosotros la ilusión de con el pretexto adecuado, faltar al colegio.Ya imaginábamos las calles anegadas, valla imposible de sortear en un aferrarse a ese obstáculo y gozar de un inesperado y anhelado faltazo.A esa escuela primaria de impronta imborrable con el pasar de los años, por momentos odiado el autor de semejante disciplina obligatoria, porque Sarmiento era el "inventor de la escuela".El impedimento acuático era muy relativo, porque las calles anegadizas disponían para el cruce de unos puentes giratorios que permitían, moviéndolos manualmente el cruce de los transeúntes.Al volver a su lugar, paralelo al cordón de la vereda, la libre circulación de los vehículos, tan escasos en aquel tiempo(década de 1930),circunscriptos sobre todo a carros tirados por caballlos.
Más como ambiciosa excusa que realidad desmentidora, ausente ya nuestro padre que había partido para su trabajo, presionábamos a nuestra madre para obtener el permiso correspondiente y quedarnos en casa.Nuestro pensamiento interior se circunscribía a un ruego para que la lluvia continuara con la intensidad adecuada.Logrado nuestro objetivo aparecía un tenue remordimiento ,cierta culpabilidad, concientes de un pretexto algo insostenible.Vivíamos a una cuadra y media de la escuela.Igual ,ya sin el apremio de vestirnos, desayunarnos, hacernos con los útiles,comenzamos nuestro programa de entretenimiento.Sabíamos que nos aguardaba, de llover todo el día comidas en la tarde que tan generosamente, con tanta alegría nos preparaba mamá.Tortas fritas, coscorrones,torrejas,o toda una batería de dulzuras que nacían de su sabiduría culinaria.El plato fuerte de nuestra diversión era subir a una habitación sita en la parte superior de la casa y allí, con la Victrola a cuerda no nos cansábamos de pasar discos de pasta, la mayoría de ellos de la colección de nuestro abuelo.Operas, tangos de la guardia vieja, canciones populares, valses, foxtrots.Cada disco, una vez pasadas sus dos caras de 78 revoluciones obligaba al cambio de púa.Estas, de acero se vendían en unas cajitas chatas de hojalata,en su mayoría marca Víctor.

Si la lluvia paraba nos poníamos con urgencia  a construir barcos de papel que lanzábamos en navegación incierta,en el torrente que corría pegado al cordón de la vereda.
El día de lluvia había terminado.Nuestro padre ya de regreso imponía con su presencia el retorno a las obligaciones no cumplidas, aunque cómplice con nuestra madre por ese día de jolgorio Eramos muy buenos alumnos.Y aunque al día siguiente diluviara, sabíamos que sí o sí iríamos a la escuela.Ningún pretexto  volvería a servirnos.
Mientras estoy sentado en mi escritorio contando esto, esa añorada experiencia,los truenos llegan a mi espalda a través de la ventana.Día ideal, oscuro por la presencia de densas nubes,para contar esta pequeñísima historia.Para revivirla en mi interior.Para hacer reaparecer en mi corazón a mi hermano cómplice, a mi madre, padre, familia todos en mi casa natal, lugar donde se albergó mi infancia feliz.

Mi próximo UFA no lo escribirá un niño memorioso sino un anciano nostálgico.

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