Aparece los miércoles y los sábados

"Dios me puso en tu pagina como un tábano sobre un noble caballo para picarlo y tenerlo despierto" (algo de Sócrates).

sábado, 25 de septiembre de 2010

348 El hombre solo en el café

 

"Una imagen vale más que mil palabras. Con muchas menos de ellas se la puede, no solo construir sino dotarla de alma"

Está sentado frente a una mesa blanca de hierro puesta en la vereda de un café. La mesa tiene cuatro patas, se les adivina en el soporte rulos que se prolongan en forma de ese empotradas. La mesa en sí es de chapa plana. Sobre ella un ´café, un vaso de agua, un platito con un par de bizcochitos y un porta servilletas. Sentado sobre una silla que hace juego con el mobiliario un hombre bien vestido. Traje gris de corte elegante, corbata al tono, camisa blanca cuyos puños se asoman ligeramente de las mangas del saco. Se adivinan gemelos de categoría. Zapatos negros bien lustrados. Aunque está sentado se le ve de estatura mediana, contextura robusta, de tez aceitunada, ojos marrones, nariz afilada, labios apretados. Su pelo evidentemente teñido de castaño oscuro liso, chato, peinado para atrás a la gomina

Está frente al pocillo a medio consumir. Su expresiva soledad lo sustrae del conjunto que lo rodea. Apenas de trasfondo la vidriera del bar. El, aunque está en la vereda aparenta ser como una imagen única. Sin parroquianos vecinos, sin transeúntes que pasan en un artificial silencio absoluto. No se oye ningún ruido callejero.

Inmóvil se lo ve abstraído, con la mirada fija en su pocillo. No se le mueve un músculo. O está aguardando a alguien sin demostrar la menor impaciencia, o está tan absorto en sus pensamientos que ellos, dirigidos a una verdadera incógnita para el observador, pueden apuntar a la búsqueda de otro tipo de encuentro evocativo, deseado o al misterio imposible de develar desde afuera.

Mientras él está siempre  en la misma actitud el tiempo pasa,y parece larguísimo, mas no lo es. El necesario para que él pronto cambie, su rostro comience a relajarse., Pide un nuevo café ya que el anterior evidentemente se le enfrió. Apura su consumo en cortos sorbos, no toca las masitas y sí un breve trago de agua. Recompone su imagen en una trasmutación impensada.  Algo sonriente en esbozada alegría, seguro su pensamiento dio en el blanco, se levanta.

Paga y se va.

Chau y hasta la próxima.

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